Publicidad de la Posada Tarapacá en "La Tercera de la Hora", martes 19 de octubre de 1971. Por entonces, los mejores shows del establecimiento tenían lugar en aquellos días martes.
En la avenida España 91, por la plenitud geográfica del actual Barrio Universitario del sector República, la alguna vez celebérrima Posada Tarapacá ocupaba una suntuosa casona neoclásica de dos pisos haciendo esquina con Salvador Sanfuentes. Desde allí ostentaba un lema que sus comensales probablemente jamás olvidaron: “El Palacio del Folclore”, toda una divisa de las noches perdidas del Santiago bohemio de antaño.
No era cualquier residencia, aquella, por cierto: el inmueble había pertenecido antes al escritor, profesor y político radical Manuel Guzmán Maturana (1876-1941), importante miembro de la masonería y conocido por varias obras de beneficencia social. Su labor en textos de enseñanza trascendió a su propia vida, y así muchos escritores e intelectuales asistían a la Posada Tarapacá seducidos también por estar en el lugar que habitó tan reputado personaje. Oreste Plath, por ejemplo, recordaba allí festejos ofrecidos al antropólogo norteamericano Ossies Simmons, al folclorólogo brasileño Paulo de Carvalho Neto, y agregaba que “en más de una ocasión terminé un año con alumnos, más exactamente del seminario de grado, brindando por los nuevos profesionales de la Universidad Técnica”.
La mejor época aquel sitio de enorme prestigio entre los amantes de la diversión capitalina estuvo entre los sesenta y hasta mediados de los setenta, gozando de una buena fama que le permitió resistir estoicamente los problemas que cayeron sobre la vida nocturna y las fiestas de madrugada durante aquellos años, cuando se puso la lápida a la misma bohemia nacional. Incluso parece haber sido aludida en algunos chistes de la tira cómica "Condorito" de Pepo, con un centro recreativo de la mítica ciudad de Pelotillehue llamado Tarapacá y que era competencia de otro de nombre Tarapallá, ubicado justo enfrente.
Plath continuó recordando con simpatía a la posada en “El Santiago que se fue”, confirmando también el prestigio del que podía jactarse el grato boliche:
Faroles típicos hablaban de las fiestas chilenas. Los platos y fuentes en que servían eran de greda que recordaban a Pomaire y a otros pueblo alfareros que hacen esta loza utilitaria. Aquí se sirvió la corvina rellena, el chupín caletero al estilo Angelmó y el congrio en salsa de espárragos. Había que servirse en La Posada Tarapacá sus preparados de carne y tenía siempre cazuela de pava, lechoncitos a las brasas con puré, porotitos y pebre aparte, escalopa posada y el pollo presidente, el sabroso plato basado en la receta del presidente Ramón Barros Luco.
El mismo recinto servía para banquetes y manifestaciones que se podían reservar, pues varias veces el local completo sirvió a encuentros privados, algunos de gran convocatoria. Las bebidas podían ser, fuera de vinos y cervezas, algunas de toque más tradicional como cola de mono, mistelas, apiado y guindado.
Una sola noche en la Posada de Tarapacá llegaba a contar con más de diez números estelares, incluso en días de la semana, pues los bailables del martes eran los más espectaculares y concurridos. De este modo, hubo noches en que las grandes capacidades del local quedaron totalmente llenas y hasta con frustrada gente esperando en el exterior, provocando tal problema que el dueño del establecimiento, don Tito Pradini, debía cerrar las puertas ante las protestas y las molestias de quienes no pudieron ingresar por falta de más espacio.
A principios de los años setenta, la cartelera de la consagradísima Posada Tarapacá incluía una galaxia de buenos números de todo tipo: folclore, balada, románticos, humor, cumbias, etc. Las más famosas veladas eran de las Fiestas Huasas y el llamado Show 70, también los martes de bailables y comida con canciones en vivo. Estaban allí el Dúo Bascuñán-Del Campo con sus cuecas y tonadas huasas, vestidos a la misma usanza; el Quinteto Berríos, famosos también en aquellas jornadas de las noches de Santiago. Artistas internacionales como el maestro bandoneonista Carlos Arci y su Orquesta Típica estuvieron presentando tangos durante una larga temporada en el boliche, intercambiando con el canto de artistas como Alberto Ruiz.
Publicidad para la Posada Tarapacá en la prensa, hacia fines del año 1970.
Avisos de la Posada Tarapacá ya después de la gran debacle de la bohemia nacional, en el diario "La Tercera" de noviembre de 1988. Se advierte que el negocio aún se esmeraba por ofrecer un buen espectáculo.
El inmueble de avenida España con Salvador Sanfuentes, en donde estuvo la Posada de Tarapacá y, como se ve en el solitario cartel sobre la entrada principal, el también desaparecido pub-discoteca Rapa Nui. Fuente imagen: Google Street View.
La posada tenía también unas estrellas “de la casa” en los números de música típica: el Grupo Folklórico Posada, que incluía bailarines. Tocaron otras orquestas en todo aquel período, integradas por músicos como Eugenio Flaco Moglia. Y cuando se presentó en el local la agrupación Chili Antú, el recordado locutor René Largo Farías los bautizó como Tierra Chilena, adoptando el nombre desde entonces, con el que llegaron a la consagración. Cantaron allí también Arturo Gatica y tocó en vivo el Dúo Rey-Silva; sonaron las cumbias de Luisín Landáez y, más tarde, las del festivo grupo Pachuco y la Cubanacán. Egidio Altamirano, el célebre acordeonista de San Diego y especialmente del salón de Las Tejas, también hizo parte de su historia musical en este establecimiento. Otro que pasó por allí fue el tanguero Manuel Fuentealba, proveniente del ambiente bohemio de Valparaíso.
En octubre de 1971, además, debutó en el local la cantante y actriz Gretha Nilsson, magallánica que hizo una gran carrera en el radioteatro y en la televisión, fundamentalmente en teleseries. Gretha solía cantar tangos y otras piezas en varios clubes nocturnos de Santiago por aquellos años. A la sazón, además, el humor estaba a cargo de personajes ilustres de las tablas como del dúo cómico Los Maluendas, y otras estrellas de los teatros revisteriles como Gastón Moreno, Pepe Tapia y Guillermo Bruce.
Se recuerda que, en varias ocasiones, se incorporaba a la fiesta de la posada el propio dueño, casi peleándose el público por su presencia en las mesas. Por esta razón todos lo conocían y apreciaban, así que fue un golpe general para la comunidad formada alrededor del local cuando llegaron un día de aquellos y lo encontraron cerrado por duelo, enterándose así del fallecimiento de don Tito a causa de un trágico accidente vehicular, según recuerdan quienes fueron sus parroquianos.
A partir de entonces, la Posada Tarapacá había resistido con grandes esfuerzos y sacrificios las limitaciones que estrangularon la noche en los años de limitación de reuniones y con los toques de queda. A pesar de haber sobrevivido al exterminio masivo de los ochenta, cambió de dueños hacia los últimos años de aquella década. Mantuvo, sin embargo, la variedad de sus shows y su buena cocina internacional. Así, en 1988 sus parrilladas para dos personas estaban a $1.800 y aún eran publicitadas en la prensa de espetáculos. Para entonces, animaba el locutor y conductor radial Jorge Nuzan (Jorge Núñez Santis) y ponía la música de los bailables “la verdadera” Sonora Junior de L. Palacios, con Tommy Rey Jr. en voz. Tocaba también el conjunto Piedra Negra y las risas corrían por cuenta del entonces joven humorista Roberto Chupete Calderón.
Sin embargo, el carácter del barrio cambió radicalmente hacia los días del retorno de la democracia, acabando poseído por los rasgos definitivos de sector universitario. El nuevo escenario prescindía de la prioridad del “carrete” nocturno y apostaba ahora a la bohemia diurna con varios bares y pubs que aparecieron por entonces. Según parece, los últimos años del boliche fueron funcionando como local de parrilladas, con ocasionales espectáculos que distaban mucho de ser como en sus mejores tiempos.
La Posada Tarapacá, el otrora “Palacio del Folclore”, concluyó así su vida, quedando su recuerdo en los libros de algunos de los varios escritores de lo conocieron y que no resistieron mencionarlo en alguna de sus respectivas obras.
En el lugar que correspondía a la boîte fue reemplazado por un pub y centro de eventos llamado el Rapa Nui, salón de baile y bar de los hermanos Gutiérrez Scopesi, quienes había comprado el establecimiento y, viendo que ya no funcionaba el negocio como la clásica posada, lo remodelaron y transformaron en esta nueva propuesta. Correspondía más bien a una discoteca de día, que abría desde las 11 de la mañana y las 23 horas, medio día completo. Y si bien estaba dirigido a este nuevo público de estudiantes superiores del barrio, se tuvo la precaución de poner bajo el letrero con su nombre durante algún tiempo: “Ex Posada Tarapacá”.
A pesar de haber logrado una gran cantidad de fieles clientes y un acuerdo especial con la municipalidad para el reconocimiento de las actividades recreativas vespertinas, el Rapa Nui acabó siendo cerrado en julio de 2006 al no renovársele patente por decisión del Concejo Municipal y como castigo a las infracciones de ley de alcoholes y denuncias constantes del vecindario contra los excesos que se producían en torno a esta clase de establecimientos. Similar suerte corrieron otro dos locales universitarios cercanos: el Club Echaurren, de la calle Echaurren 36, y al cabaret El Cazador, de Abdón Cifuentes 130.
Tras algunos intentos por resucitar el negocio, el establecimiento bajó definitivamente su telón de avenida España y el inmueble fue puesto en venta. ♣
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