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EL CENTRO RECREATIVO DE LA FUNDACIÓN ARRIETA

 

Fachada del edificio de la Fundación Arrieta en sus buenos años, en imagen publicada por Brugmann Restauradores.

A pesar de que la comuna de Peñalolén fue fundada como tal recién en los años ochenta, su historia previa es bastante larga y más activa de lo que podría pensarse, en aquel sector alguna vez arrabalero de la ciudad de Santiago y su valle. Su nombre proviene de la histórica Hacienda Peñalolén que, con los fundos Lo Hermida de los Von Schroeders y Macul de los Cousiño, constituían las tres grandes propiedades en las que estaba dividido el terreno de la futura comuna en el siglo XIX.

El fundo de Peñalolén fue una propiedad religiosa, después en manos de doña Ana Josefa Vicuña. Tras recibirlo de ella, don Juan Egaña y su hijo Mariano lo convirtieron en un parque con especies traídas desde Europa. Margarita Egaña, hija de don Mariano, puso en venta la propiedad exceptuando sólo algunos terrenos sometidos a régimen de mayorazgo. Así fue adquirida en 1869 por el aristocrático uruguayo José Arrieta y Perera, quien por entonces se desempeñaba como cónsul de su país en Chile sólo por vocación, sin recibir remuneración por este servicio. Don José residía desde 1844 en el país: había llegado con su familia, con cerca de diez años, y después contrajo matrimonio con doña María Mercedes Cañas y Calvo en 1858, dando origen a otro de los clanes influyentes de la aristocracia chilena de entonces.

Al momento de ser comprado por Arrieta, el gran fundo era arrendado y trabajado por Juan de Dios Morandé Portales, quien permaneció un tiempo más allí antes de irse definitivamente de este lado en las márgenes de la ciudad. Así las cosas, don José llegó a establecerse y a convertirlo en su maravilloso santuario verde, además de introducir grandes avances en la explotación agrícola del terreno, arrendándolo por temporadas a los productores Vicente Alcérreca y Teófilo Cornejo. Su rutilante palacio afrancesado con laguna propia y que aún está en pie en lo que queda del parque, conocido como la Casona Arrieta, hoy es una sede universitaria.

Dedicada a sus actividades empresariales, la familia mantuvo importancia e influencia en ese lado Santiago, incluso durante el oscuro período de la Guerra Civil de 1891, en la que don José dio humanitario albergue allí a algunos de los perseguidos, procurando también la primera sepultura para su malogrado amigo el presidente Balmaceda, ya al final del aciago conflicto.

Un tiempo después de la fundación de la comuna de Ñuñoa en 1894, en el período el que fallece don José en 1911, aquellos terrenos comenzaron a ser loteados y la población aumentó con muchos residentes estables, además de otros ricos propietarios y trabajadores de los fundos que fueron cambiando la fisonomía de aquellos paisajes, hasta entonces dominados aún por el rasgo rural del pasado.

Don José Arrieta Perera, y su hijo Luis Arrieta Cañas.

Publicación especial de la fundación, detallando las características de sus instalaciones en 1921.

Con gran espíritu filantrópico y de responsabilidad social, y posiblemente sintiendo ya cerca el final de sus días, don José había creado una fundación con su apellido por escritura pública de 1910, con el objeto de poner a disposición de la comunidad un gran centro de sana recreación en sus terrenos, para mejorar la calidad de vida de los residentes. Trazó así un gran proyecto para proveerlos de un edificio con teatro y salones en el sector Los Guindos, con áreas deportivas y bibliotecas. Para financiar tan oneroso plan, Arrieta dejó establecido un censo sobre la hacienda que proporcionaba a la fundación una renta de 6.400 pesos anuales.

En tanto, su hijo el músico y también filántropo Luis Arrieta Cañas, llegaría a ser el sexto alcalde de Ñuñoa entre 1900 y 1912, llevando adelante varias otras iniciativas de servicio social y sanitario para los más necesitados. Como su padre destinó parte de la herencia a las labores sociales, correspondió a él hacerse cargo de la beneficencia, a través de la misma Fundación Arrieta.

Cercano a grupos intelectuales del Chile de entonces y al pensamiento liberal más desconfiado de las corrientes ideológicas coincidentes con doctrinas socialistas, don Luis continuó su obra como patrono de la fundación y puso a disposición de la ciudadanía el gran complejo recreativo, destinado a fomentar la entretención entre las clases modestas. Además de la fundación original, René León Echaíz menciona en su libro “Ñuñohue” la existencia de una posterior Fundación Arrieta Cañas en estas mismas actividades o heredera de aquel trabajo benefactor.

De acuerdo al documento titulado “Centro de Entretenimientos Populares ‘José Arrieta’”, publicado por la fundación en talleres de la Escuela Tipográfica La Gratitud Nacional (1921), la labor llevada en aquel complejo debía mantenerse ajena a las cuestiones políticas y religiosas: su cruzada era de “acción social”, aclarando usaban este concepto “porque creemos que el problema social no es un problema político y que ese problema debe ser resuelto por la sociedad misma”, no inclinándose así hacia lo que denominaban como el “paternalismo político” en que degeneran las estrategias públicas, cuando caen en “un tutelaje absorbente y exagerado”. Claramente, estas conclusiones reflejan el prisma liberal de los Arrieta.

Desde que fuera concebido por don José, entonces, la misión del complejo recreativo fue “combatir los vicios de las clases populares, especialmente la embriaguez y fomentar los sentimientos de amor a la familia, a la propiedad, al ahorro, a la libertad y a la Patria”. La preocupación por el flagelo del alcoholismo es evidente y reiterativa en el trabajo y las publicaciones de la fundación, además. De hecho, su fundador dejó establecido también un premio anual en dinero “al padre de familia pobre que sea el trabajador más sobrio, honrado y que mejor llene sus obligaciones y que esté domiciliado en la Comuna de Ñuñoa”, a la que correspondía a la sede de la fundación, administrativamente.

Visita del presidente Arturo Alessandri Palma al Teatro Circo Peñalolén, en los años treinta. Fuente imagen: Brugmannrestauradores.blogspot.com.

Imagen referenciada como "Almuerzo en el Teatro de Peñalolén después del Paperchase", correspondiente a una donación de la familia de don Ernesto Barros Jarpa". Está fechada el 23 de julio de 1923. No estamos seguros de que corresponda al teatro de marras, pero la dejamos para la discusión. Fuente imagen: Archivo General Histórico del Ministerio de Relaciones Exteriores.

Aviso de 1920 anunciando funciones en el Teatro Peñalolén. Fuente imagen: blog de Brugmann Restauradores.

El complejo de la fundación contaba con el edificio principal que aún existe allí. Este inmueble comenzó a ser levantado en 1910 y está situado en la esquina nororiente de lo que ahora es la vía lateral Egaña de Américo Vespucio con la ex calle Peñalolén, actual calle José Arrieta, una suerte de continuación de Diagonal Oriente hacia las faldas cordilleranas. De frontispicio neoclásico y frontón sobre gran entrada, con los escalones de ingreso escoltados por dos leones echados ya irreconocibles, el inmueble fue levantado con albañilería exterior de armazones y techos de madera en su interior. Cuando José Arrieta falleció, se habían construido ya 900 metros cuadrados de superficie y de sus murallas de concreto con cerca de cinco metros de altura, quedando pendientes otras dependencias de la fundación como el jardín infantil y la cancha, que fueron completadas por don Luis. Estudios realizados en terreno por la dupla de investigadores urbanos Rojas Torrejón e Imas Brügmann, además, han observado que el método de construcción fue con lamelas, valiéndose del método alemán Zollinger.

Originalmente, el edificio Arrieta iba a ser sólo un centro de eventos tipo circo-teatro, para unos 2.500 espectadores. Sin embargo, la cifra era demasiado alta para el público disponible en la zona y para las capacidades de los circos que llegaban hasta Ñuñoa, a veces temerosos de presentarse ante audiencias en teoría tan numerosas como las de ese aforo. Por este motivo, la fundación modificó el proyecto del fallecido benefactor y lo adaptó con dependencias complementarias, distribuidas optimizando el espacio del edificio.

Aquella labor de remodelaciones fue iniciada en 1915, acabando refaccionado casi totalmente su interior del teatro. Y aunque la mayor parte de los trabajos quedaron concluidos ese año, algunas modificaciones se extendieron todavía hasta la década del veinte.

El edificio era el corazón mismo del llamado Centro de Entretenimientos Populares de la Fundación Arrieta que, con cierta autonomía respecto de la fundación, fue dirigido y administrado por el Centro de Recreo e Instrucción “José Arrieta”. En él se encontraban las dependencias o secciones del servicio social de la fundación correspondientes al Teatro Circo Peñalolén, la Sala de Conferencias “Blas Cañas”, el departamento de la Escuela Popular Gratuita “María Mercedes Cañas de Arrieta”, el sector de los salones y un consultorio médico.

Entrando en más detalles, el espacio del teatro ofrecía presentaciones familiares de bailes, obras teatrales y proyecciones de cine, algunas de ellas traídas desde los Estados Unidos por don Luis. Según declaraba la Fundación Arrieta, además, en este espacio “deben darse funciones que entretengan a los pobres en los días feriados y también espectáculos cultos y morales encaminados a crear en el corazón del pueblo el amor a la práctica de las virtudes cívicas y domésticas y a combatir el hábito de la embriaguez”.

El teatro era también un centro importante de reuniones sociales y celebraciones recreativas, algunas de ellas bastante elegantes y contrastantes con la orientación social y popular que tuvo como centro recreativo. Hecho de albañilería con envigado de madera y una estructura de techo en forma de cañón corrido de madera en su volumen central, estilo hangar, la sala tiene una nave de unos 250 metros cuadrados, anteriormente con dos niveles aunque sin platea alta.

Así lucía el recinto en el más reciente uso comercial que se le dio, viéndose siempre rodeado de paneles publicitarios.

Imagen más cercana a nuestros días, del edificio del gran centro recreativo y del teatro de la Fundación Arrieta, que aún conserva su inscripción en la fachada.

Deteriorado acceso con puertas de madera a la sala del ex teatro-circo, hace pocos años.

Antes de ser remodelado y subdividido el edificio, el teatro sólo servía como espacio para los señalados circos y compañías artísticas. Sin embargo, a pesar de la descrita gran capacidad, sólo llegó a tener dos o tres reuniones sociales importantes durante aquel período inicial, dejando en evidencia que estaba subutilizado. Por esto se redujo el espacio del mismo, destinando el resto a otros departamentos. Su capacidad quedó así para unas 400 a 500 personas ante un escenario amplio, después de las remodelaciones de 1915.

Con aquel nuevo aspecto, la sala debutó como biógrafo el 16 de septiembre de 1916, con proyecciones de cine organizadas por los jóvenes Carlos y Enrique Contreras e Ignacio, Alfredo y Enrique Ríos. Aunque fue difícil superar limitaciones como la falta de electricidad y de buena iluminación, se exhibieron 22 funciones hasta el 21 de diciembre de ese año, con películas como “Borrascas de vida”, “Las lágrimas del perdón”, “La danza heroica” y “Los miserables”.

A partir de enero siguiente, se facilitó el teatro a una compañía de variedades circenses que dio diez funciones. Como por entonces la sala no tenía butacas fijas sino bancas, sus pisos originales de tableados y parqués sirvieron para que el espacio fuese utilizado también como gimnasio y salón de bailes. Del mismo modo, fue lugar de ceremonias, premiaciones a alumnos de las escuelas, conciertos de beneficencia y el acto inaugural del centro Unión Nacional. Y desde que el Centro de Recreo e Instrucción “José Arrieta” tomó su administración directa en 1919, quedó incorporado al circuito artístico y educativo con entradas gratuitas o a bajos precios, con presentaciones musicales de Tanner y del barítono Zanelli, además de la comedia en vivo del humorista Barra. Ya hacia 1920, además, se mejoró con luz eléctrica, decoraciones de los muros y butacas.

La Sala de Conferencias “Blas Cañas”, en tanto, fue posterior: inaugurada hacia 1923, más o menos al final de las transformaciones del espacio interior del edificio, correspondía a una sala lateral también con techo de envigado. Muy cerca de ella se ubicó el departamento de la Escuela Popular Gratuita “María Mercedes Cañas de Arrieta”, que incluyó clases nocturnas para adultos, principalmente dirigida a obreros. Esta escuela había surgido de una propuesta hecha por varios de los propios vecinos de Los Guindos, en abril de 1919. Su primer directorio iba a ser presidido por Eduardo Castillo U., con Máximo Kahni en la vicepresidencia, Hugo Ercilla en secretaría y Fernando Llona Cuevas en tesorería; sus directores fueron Manuel Muñoz T., Aurelio Valladares, Hugo Fuenzalida y Joaquín Muga.

A mayor abundamiento, la escuela había comenzado a funcionar con seis alumnos enfrente de la Plaza Egaña, en un modesto local arrendado. Pero, antes de un año, el exitoso proyecto tenía ya 80 alumnos, por lo que la fundación decidió incorporarla para sí y trasladarla hasta sus dependencias en el Centro de Entretenimientos Populares, asignándole el espacio adyacente al circo-teatro y contando siempre con la colaboración de los vecinos de Los Guindos. Muchos hombres del mundo de la educación, la política y del pensamiento pasaron por el directorio de esta valiosa escuela: Pedro Ríos, Ignacio Rencoret, Rosalindo Gómez, Demetrio Danus, Arturo Mewes, Antonio Trabucco, Miguel Abatte, Clodomiro Rosenthal, Demetrio Carrasco, Alejo Catenacci, Luis Morchio, Antonio Aguiló y Luis Correa, entre otros.

En el complejo hubo también un sector de tres salones que incluirían a una Sala de Temperantes, ya cerca de 1925, departamento que había sido “formado por vecinos, artesanos y obreros de la localidad y en donde encontrarán durante las horas desocupadas de los días de descanso, entretenimientos honestos, lecturas patrióticas, morales y útiles”. Estas dependencias fueron importantes en el trabajo de fomentar la música y la intelectualidad que llevó adelante don Luis Arrieta, durante toda su vida.

Así se pueden observar en la actualidad los gallardos leones de la entrada al ex teatro-biógrafo.

Aspecto actual de una de las elegantes ventanas y su protección de forja metálica original.

Aspecto de las vigas, el techado y los muros en uno de los espacios del ala sur del edificio, por la actual calle Arrieta.

Por su lado, una casa-habitación que funcionaba como consulta del médico de la comuna había sido cedida con la condición de que este atendiera a diario en el dispensario público, contando con un sueldo pagado por la fundación y un reconocimiento de sus funciones por parte de la municipalidad de Ñuñoa. También había una casa-habitación correspondiente a la persona encargada de regentar a la mencionada Escuela Popular cuando esta se puso en funciones, aunque no dependía directamente del centro “José Arrieta”.

Fuera del área construida del castillo de recreación popular, hacia el sector de los terrenos posteriores pero que formaron parte de la misma propiedad en sus orígenes, funcionaban también otros espacios comprometidos con la diversión sana y el esparcimiento familiar ciudadano. Uno de ellos era la Cancha de Ejercicios Atléticos entregada a la Liga “José Arrieta” de Football: corresponde a la antigua sede del Club Arrieta-Guindos, fundado en 1915, otro de los más antiguos de Chile. Este espacio deportivo y vecinal pasó a ser el Estadio Arrieta-Guindos, cancha separada del resto de la propiedad y con acceso por el lado de las vías Egaña-Vespucio.

Explorando más detalles, la Liga Arrieta había nacido como asociación por una iniciativa presentada el 11 de agosto de 1913 en el Club Presidente Balmaceda, durante una reunión de diez deportistas ñuñoínos realizada en Huérfanos 824 y en la que se decidió poner en marcha una institución que agrupara a los peloteros de la comuna, integrándose a la Asociación de Football de Chile. El primer directorio quedó bajo presidencia de Ramón Luis Hernández, siendo su vicepresidente Víctor F. Bravo, secretario Fernando Morales, pro-secretario Aureliano Oyarzo y tesorero Sebastián Segundo Ilabaca. Siete clubes se integraron, iniciando la temporada y pasando a ser sus fundadores, como el Primavera Football Club y el Cross Football Club, este último con el mérito de conquistar la primera Copa José Arrieta de la liga y lograr 11 medallas de plata en 1913. 

Don Luis Arrieta, al enterarse que existía aquella pintoresca nueva liga de fútbol con el nombre de su padre, ofreció a los clubes miembros la cancha que había dentro del terreno de la fundación y que estaba destinada a los juegos de destreza para la comunidad, por lo que la agrupación crearía una comisión liderada por don Luis Zégers H. para conseguir la personalidad jurídica, reconocida por decreto del Ministerio de Justicia del 3 de julio de 1914. Recibió así de la Fundación Arrieta una cesión de uso del terreno, por escritura del 15 de octubre. Ese mismo año, con sólo cinco clubes miembros, la copa de la liga fue ganada por el Primavera F.C. Tres clubes más se unieron en 1915, con equipos en primera y segunda división.

Por otro lado, un jardín infantil entró en servicios por entonces dentro del mismo complejo, “destinado  servir de campo a los niños de las escuelas públicas” según consta en los estatutos. Este servicio parece haber sido puesto en marcha hacia el año 1923, aproximadamente.

Sucedía también la paradoja de que, en donde algunos comenzaban la vida allí en el parvulario de la fundación, otros la concluían: por algún tiempo funcionó también en el centro el llamado Servicio de Carros Mortuorios y Ambulancia “Peñalolén”, creado por don Luis en 1913 y dirigido a los pobres de la comuna por otra instrucción dejada por su padre, antes de fallecer. Desde ese año hasta 1920, el servicio gratuito transportó 225 fallecidos del sector Los Guindos, 136 de la Población San José, 200 de Ñuñoa y 212 de otros fundos de la zona; también contabilizó 451 casos del servicio de ambulancias, lo que sumaba 1224 conducciones a razón de diez pesos cada una cubiertos por la fundación.

Observación próxima de la fachada del edificio, siendo ocupada por una bodega y lugar de venta de áridos y materiales de construcción.

Aspecto del sector lateral del complejo, hacia la calle Arrieta.

Otro deteriorado acceso al complejo, por la misma calle Arrieta.

Sin embargo, caídos ya sus esplendores, sobrevino la decadencia y gran parte del conjunto de la fundación fue vendido hacia mediados de los años cincuenta, cuando el mismo Parque Arrieta ya había sido parcialmente loteado para proyectos residenciales, más al oriente. Los sueños e idealismos de la Fundación Arrieta habían quedado atrás con la propia etapa histórica a la que pertenecían, esa de un Chile de bonanzas salitreras contrastadas con las clases obreras de accesos mínimos a las ofertas recreativas.

Antecedentes publicados por la infatigable dupla Rojas e Imas en su centro de investigaciones Brügmann Restauradores, verifican que la mansión del parque fue vendida en diciembre de 1954, algo consignado en el diario “El Mercurio” de entonces. Con el advenimiento de la Reforma Agraria, además, muchas propiedades de la comuna fueron subdivididas en predios de diez hectáreas o menos. Por singular contrasentido, a la larga esto facilitó la asimilación urbana de los terrenos precordilleranos y el alejamiento de su antiguo rasgo agrícola, seguida de apariciones de tomas y levantamientos de poblaciones en el sector.

El viejo Teatro Arrieta siguió funcionando hasta 1960, como se lee en el artículo del periodista cultural Iñigo Díaz en el “El Mercurio” (“Al rescate de un histórico teatro popular”, 2015). Para  evitar que fuese ocupado ilegalmente y deteriorado, la fundación lo había arrendado a una barraca de fierros, áridos y materiales de construcción (“Los Tigres”). Otros negocios se establecieron en espacios por el lado de calle Arrieta, en dependencias laterales.

Ubicado casi en el límite de las comunas de Peñalolén, Ñuñoa y La Reina y perteneciendo a esta última por la actual distribución administrativa, el complejo del teatro y sus viejas salas aún conserva la fachada con frontón, aunque muy modificada a fuerza de terremotos, envejecimiento y reparaciones. Costó divisarlo desde la avenida durante largo tiempo, pues se hallaba escondido tras los enormes paneles publicitarios que taparon gran parte de su estructura, problema que afecta la mirada desde todos los ángulos exteriores posibles. Debe ser el edificio más antiguo que se ve hasta hoy en este grupo de cuadras, sin duda, y el vetusto lugar aún conserva -casi como milagro del tiempo- el nombre de la fundación en su fachada y los restos de los que fueron sus dos leones de concreto que vigilaban el acceso, aunque muy deteriorados, casi irreconocibles, doblegados por olvido.

Un plan de restauración y rescate se encuentra trazado gracias a los descendientes de Santiago Marín Arrieta y Juan Pablo Arrieta, nietos de Arrieta Cañas y encargados de la actual fundación, por lo que existe la expectativa de recuperación del histórico sitio y hasta de una reapertura del teatro para funciones artísticas, además de disponerlo otra vez como centro cultural y bibliotecario.

Comentarios

  1. ¡Excelente y bien documentado artículo! Felicitaciones a los investigadores.

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