El dúo Gardel y Razzano, en retrato fotográfico oficial hecho hacia 1915.
El desaparecido Teatro Royal estuvo, hacia la primera mitad del siglo XX, en calle Huérfanos entre Ahumada y Bandera, por la actual dirección del 1044 (el 1048, en su tiempo) en donde se encuentra una galería comercial y también una placa conmemorativa recordándolo al lado del conocido restaurante El Naturista. Denominado más exactamente Royal Theatre, fue construido en donde estaba antes la sede general del Centro Español. Viejos planos con la distribución de locaciones en la sala demuestran que era de forma oval, con galerías en el contorno y platea doble de butacas, una a cada lado del pasillo.
Llamado en algún momento de su historia como el Teatro Splendid, fotografías de época confirman que tenía por vecino al entonces concurrido Café Richmond, en el mismo zócalo de su edificio neoclásico de Huérfanos, colmado de comercio en todos sus espacios. Después fue su vecino el Café Mermoz, así llamado en homenaje al héroe francés y mártir de la aviación Jean Mermoz, de gran importancia en Sudamérica, casi enfrente también del Teatro Roxy y del Café Olympia. El Royal alcanzó a estar casi de cara a la Casa Pra, además, una de las principales tiendas de entonces, cerca del establecimiento culinarios y recreativos del Santiago, restaurante fundado por el francés Papá Gage hacia 1870. Había, por lo tanto, un nutrido intercambio de público entre estos célebres centros de atracción social en aquellas cuadras de la calle.
Su reapertura como Royal Theatre fue en el marco de las fiestas del Centenario, de la mano del sostenedor Miguel Muñoz, con capacidad para 300 puestos en anfiteatro, 207 en sillones de balcón, 300 en plateas y 26 en palcos. Sus dueños eran, a la sazón, Arturo Briones Luco y Ramón Segundo Martínez. Un acontecimiento memorable de la sala es recordado por Cánepa Guzmán en su “Historia del teatro chileno”, y corresponde a la función que, el 29 de marzo de 1911, ofreció la Compañía Rafael Pellicer:
La función fue en homenaje a los autores Max Jara y Carlos Mondaca, distinguidos poetas que habían adaptado para el teatro, Durante la Reconquista, que había tenido una exitosa presentación en el día del estreno. Esta velada contó con la asistencia del Intendente de la Provincia don Pablo Urzúa. Tuvo la particularidad de ser ofrecido con un elenco de periodistas y pintores amigos de los autores de la obra: Roberto Orihuela, Rafael Maluenda, Roberto Miranda, Rafael Maturana, Raúl Figueroa (Chao) y Benito Rebolledo Correa.
La sala también fue cine y sitio de reunión social, incluso de concursos de belleza. Allí se homenajeó la memoria del periodista y político liberal Miguel Ángel Gargari, quien firmaba como Nadir y asumió como primer director de “Las Últimas Noticias” como medio independiente, en 1915, falleciendo sólo dos años después. El acto póstumo fue organizado por Pablo Urzúa, Arturo Alessandri, Roberto Huneeus, Jorge Valdivieso Blanco y algunos colegas de la redacción de “El Mercurio”.
Para 1918, se anunciaba la reinauguración de la nueva sala del Royal ahora con el programa del empresario cinematográfico Max Glücksmann, importante personaje del medio en aquellos años, de origen austríaco y con otros teatros en sus manos dentro y fuera del país. De este modo, la revista “La Semana Cinematográfica” de Santiago, decía bajo el título “La apertura del Royal”, el 29 de agosto:
En la semana próxima abrirá sus puertas el Teatro Royal, que ha sido contratado por la casa Glücksmann para sala de cine. A fin de darle todas las comodidades necesarias, de manera que este teatro pueda convertirse en uno de los puntos de cita de la sociedad santiaguina, la Casa le ha hecho refacciones y mejoras de importancia, que lo han dejado convertido en uno de los teatros más cómodos y elegantes de la capital. Sabemos que esta sala inaugurará sus sesiones de biógrafo con una función a beneficio del Patronato de la Infancia.
Publicidad para las funciones del Royal Theatre en revista "La Semana Cinematográfica", año 1918.
Publicidad para el Royal Theatre en la revista "El Film", año 1918.
Acceso al Teatro Splendid, ex Royal, al lado del café Richmond, en fotografía de los años treinta, aproximadamente. Se observa parte de su cartel luminoso sobre la calle. La indicación de que corresponde a calle Agustinas es errónea. Imagen publicada por Pedro Encina en los álbumes de fotografía histórica de Santiago Nostálgico.
La misma cuadra ya en los tiempos del Teatro Miami en el lugar, visto desde la esquina opuesta. Se observa el cartel vertical con el nombre de la sala. Imagen publicada por Pedro Encina en los álbumes de fotografía histórica de Santiago Nostálgico.
Esquema de distribuciones interiores del Teatro Royal, para entonces recién terminándose su nuevo recinto, publicado en una revista "Zig-Zag" de 1910.
Anuncio de la presentación Gardel-Razzano en el diario “La Nación”, lunes 15 de octubre de 1917.
En diciembre de ese año, la publicidad para la obra “Madres heroicas” de Sarah Berhhardt y Juan Signoret, lo ofrecía en la revista de cine “El Film” como cine-concierto de moda y “la sala más elegante de Santiago. Lujo y confort”, también “el más artístico y variado” y con “cada día un artista de fama y una marca de renombre”, formando “un conjunto único en donde rivalizan en gracia, arte y hermosura y que sólo el Royal Theatre, puede presentar”. A saber, las estrellas de los rollos de acetato que podían admirarse en las proyecciones del teatro según el mismo aviso, eran Norma Talmadge, Edith Bennett, Luisa Glaum, Clara Kimball, Gail Kane, Gladys Hulette, Mary Miles Minter, María Luisa Derval, María Mac Allister, Marina Sais, Ana D. Nilsson, Jackie Sunders, Ruth Rolland, Perla White, Elena Holmes, Doroty Gish, Susanne Revonne, Emmy Lynn, Vivian Rich, Margueritte Clayton, Elena Makowska, Elena Chadwick, Susana Grandais, Margarita Fisher, William Russell, William S. Hart, Taylor Holmes, Charles Chaplin, Max Linder, Harold Lloyd, Bryant Washburn, Jack Devereaux, Antonio Moreno, Jack Gardener y Frederick Warde.
Otro de sus mayores golpes de popularidad fue recibir a la sensacional troupe de luchadores de Constance Le Marand, corpulento atleta y empresario de origen francés cuyo apellido fue castellanizado a Le Marín. Su compañía de gladiadores y “hombres fuertes” montó un concurrido y novedoso espectáculo en el teatro, mezclando realidad con actuación en su propuesta de “catch”. La influencia del show de Le Marín y sus combatientes se sitúa, de hecho, en los orígenes del Cachacascán y de los posteriores Titanes del Ring por este lado del mundo.
Sin embargo, lo que más se recuerda del Royal es haber sido uno de los dos principales teatros de Santiago en donde se presentó el después celebérrimo cantante Carlos Gardel, en su visita a Chile de 1917, por primera vez en la capital chilena para ser exactos, como parte de la gira que había iniciado en San Juan. Tras cruzar la cordillera en el tren, llegó a Valparaíso el jueves 27 de septiembre, en donde inició sus presentaciones en Chile sólo dos días después. El magno acontecimiento artístico ha sido tratado, entre otros autores, por Carlos Ossa Coo y Carlos Joaquín Ossa en “Golpe al corazón. Tangos y boleros” y forma parte de la historia más importantes de las primeras noches del plata en el espectáculo santiaguino del siglo XX.
Gardel realizaba la gira junto a José Razzano, su compañero de la primera etapa artística. Apodados el Morocho del Abasto y el Oriental, respectivamente, interpretaban repertorios de canto tradicional y folclore argentino, acompañados por el guitarrista José Ricardo.
Siendo revelaciones artísticas a la sazón, Gardel aún no tocaba la categoría de ídolo y recién protagonizaba el primero de sus taquilleros filmes: el largometraje mudo “Flor de durazno” en que actuaba por entonces, de Francisco Defilippis Novoa, en donde trabajó Ilde Pirovano y Argentino Gómez, estrenado durante aquella misma gira. Más aún, recién ese año iba a grabar un primer gran tango: “Mi noche triste” de Pascual Contursi. Hasta ese momento, pues, no se identificaba del todo a Gardel como un cantante del género y faltaban algunos años para que él y Razzano se entregaran por completo al tangueo, tras una gira por Europa en 1924.
En la celebrada e inolvidable visita a Chile, misma que la crítica saludó con grandes elogios, Che Carlitos realizó dos presentaciones: en el Teatro Colón de Valparaíso y en el Teatro Olimpo de Viña del Mar, bailado el tango “Montevideo” en esta última ciudad con una cantante chilena que acompañó sus shows, la tonadillera Roxana, y luego cantando acompañado por el músico Félix Scolatti Almeida.
Confirmadamente talentoso ante el público chileno, Gardel repite aquel pintoresco baile en Santiago, precisamente en la memorable jornada del Royal, ante el numeroso público que había esperado desde temprano la apertura de puertas, con ansiedad ante las expectativas generadas por la cartelera más que por la impaciencia de ver al artista principal, ya que todavía era prácticamente desconocido en estas tierras. Como la carrera del futuro Zorzal Criollo iba en vertiginoso ascenso en esos mismos años, consolidando después su lugar entre las estrellas de los escenarios al definirse como tanguero, su presentación en el Royal aquel 15 de octubre y en las demás salas en las que estuvo hasta su despedida fue en el Teatro Santiago el 7 de noviembre, fueron recordadas por los testigos como el evento más espectacular de las candilejas chilenas de entonces, dando origen a muchas leyendas urbanas y que han persistido en el tiempo, creando hasta algunos nudos con la realidad.
Postal de Gardel que circuló en Chile, retratado en sus inicios y vestido de fantasía gaucha.
Gardel y Razzano en afiche de su gira de 1917. Fuente imagen: website de la Fundación Internacional Carlos Gardel.
Carlos Gardel en escena del filme "Flor de durazno". Fuente imagen: website de Guioteca.
Actividad de beneficencia en el Royal Theatre, en aviso del período de Fiestas Patrias de 1918, diario "La Nación".
Publicidad para el Splendid Theatre, ex Royal, en la revista "La Semana Cinematográfica", año 1920.
Placa conmemorativa de la visita de la visita de Gardel a Chile, en calle Huérfanos llegando a Ahumada, en donde estaba el Teatro Royal.
De entre aquellos campos legendarios, por ejemplo, se cuenta que Gardel cantó también en Hippodrome Circo del barrio de La Vega, famoso centro pugilístico de esos años; o en el entonces recién inaugurado Teatro Huemul del barrio homónimo, cerca del Matadero Franklin. También existe la teoría de que su primera presentación en la capital no fue en el Royal, sino una fuera de protocolo en el Teatro Comedia, que había sido abierto en 1915 en la esquina suroriente de Huérfanos con Morandé, sala después llamada Alejandro Flores (no confundir con que tiene actualmente ese nombre, en el Teatro Cariola) y más tarde Libertad. Su lugar fue cambiado en 1958 al Teatro Lux, que acabó demolido para construir allí el edificio hotelero y comercial del Cine Gran Palace.
Otra creencia popular aseguraba que Gardel conoció en esos días, al paso, la tonada del folclore popular “La yegüecita”, mientras aprovecha de visitar algunos pueblos y áreas rurales del entorno de la ciudad, tema que grabará posteriormente en 1919 con el mismo Razzano. Puede que haya mucho de cierto en esta leyenda: ambos artistas habrían protagonizado algunas curiosas correrías vividoras y aventureras en localidades como Las Condes, Buin, Paine y otras durante su aventura en Chile, consideradas como campos periféricos y folclóricos de la capital en aquel entonces.
De la relación de Gardel con Chile podemos mencionar también a Osmán Pérez Freire (compositor de la tonada “¡Ay Ay Ay!”), quien fuera uno de sus mentores musicales; y a Francisco Flores del Campo, el mismo creador y autor de “La Pérgola de las Flores”, con quien trabajó el cantante en su película: “El día que me quieras” del austríaco John Reinhardt, en 1935. Actuaron también Rosita Moreno, Tito Lusiardo, Manuel Peluffo y el entonces adolescente Astor Piazzolla, entre otros. Además, tuvo la intención de grabar el tango “Carillón de la Merced”, que José Santos Discépolo había escrito en 1931 al conocer la melodía que salía desde la torre de la Iglesia de la Merced, en Santiago… Sin embargo, estaba escrito que no alcanzaría a hacerlo.
El nombre de otro chileno ineludible en su biografía fue el de Celedonio Palacios, productor de su última gira y, por lo tanto, quien compró los fatídicos boletos del viaje desde el Aeródromo Las Playas de Medellín, en el que fallece Carlitos aquel fatídico 24 de junio de 1935, en el mismo avión en el que iban, entre otros, Alfredo Le Pera, los guitarristas Guillermo Barbieri y Ángel Domingo Riverol, el joven secretario personal del artista don José Corpas Moreno, más Alfonso Azzaf y el productor Henry Swartz. Don Celedonio también murió en el accidente. De entre los músicos y su equipo, sólo sobrevivió el guitarrista José María Aguilar, que acababa de hacer las paces con Gardel integrándose a su orquesta, y el asistente José Plaja.
La abrupta y traumática partida de Carlos Gardel dejó muchos misterios y leyendas rondando a su biografía, partiendo por las inseguridades sobre su propio lugar y fecha de nacimiento, su edad y las especulaciones sobre excursiones aventureras que protagonizó paralelamente a su vida artística, como las que alcanzaron a conocérsele también en Chile en su visita de 1917.
La placa conmemorando al histórico recital dado en el Teatro Royal, empotrada en el exterior del actual edificio, fue inaugurada en el cincuentenario de la trágica desaparición del cantante, por la Embajada de Argentina en Chile. La solemne ceremonia contó con la participación del Orfeón de Carabineros, quienes tocaron algunos de los principales tangos y canciones popularizadas por el artista, en aquella ocasión. Uno de los símbolos más grandes del trasnoche y los nocherniegos santiaguinos, adquiriendo ribetes de leyenda, quedó modestamente inmortalizado con su paso por este lugar y con la placa memorial de tal evento.
En 1920, regentado aún por Glücksmann, el Royal ya aparece con el ostentoso nombre de Splendid Theatre, ofreciendo las películas de la famosa casa cinematográfica Pathé. También realizaba presentaciones en la sala, por aquellos días, la “Selva Africana”: un show “con toda clase de fieras y peligros”, en las que actuaban “la linda Juanita Hansen y el varonil Chesebro”. Y en “La Semana Cinematográfica” del 2 de septiembre, bajo el título “¡Bueno… que me sirvan!”, escribía A. Sultana:
Las tardes en el cine Splendid, son algo delicioso, sobre todo cuando se va a balcón y bien acompañado. Por supuesto que yo iría a balcón, no con chiquillas solteras, como ahora, sino con casaditas jóvenes.
Al final de sus días, el ex Teatro Royal mantenía el nombre de Miami que tomó hacia los años treinta. Se volvió un cine, más que cualquier otra cosa, aunque su último nombre (con lectura vertical) estuvo durante largo tiempo más en la fachada del edificio. Sus rotativos de películas norteamericanas cesaron hacia inicios de los sesenta, cuando cerró sus puertas y luego el edificio fue demolido, siendo reemplazado por el que hoy se encuentra allí. ♣
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