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HERIBERTO ROJAS, CAMPEÓN Y PRIMERA ESTRELLA CHILENA DEL RING

Heriberto Rojas en la revista "Zig Zag" de septiembre de 1927. Fuente imagen: Memoria Chilena.

En plena etapa gestacional del boxeo chileno, había llegado a Santiago un muchacho hijo de modestos campesinos de Colchagua, llamado Heriberto Rojas Carvajal. Huaso nacido en Purranque el 27 de febrero de 1884, esperaba ingresar a la policía de la capital cuando no existían aún Carabineros de Chile.

El chiquillo colchagüino no lo sabía aún, pero iba a ser considerado uno de los mejores peso-pesados del mundo, con una extraordinaria aventura de vida cuyos aspectos han sido investigados, entre otros, por el periodista deportivo Renato Míster Huifa González en “El boxeo en Chile” y por el profesor Jorge Drouillas Espinosa, autor de publicaciones al respecto en la revista digital “Boxeadores”.

Estando ya en la academia, Rojas conoció a Amadeo Pellegrini, deportista de lucha grecorromana y fisicultor quien hacía clases gimnasia a los policías y poseía un gimnasio propio. Siendo uno de los pocos profesores que había en la capital de entonces para aprender las artes del boxing, Rojas iba a comenzar allí la carrera que lo puso como el primer boxeador auténticamente profesional de la historia chilena, con títulos y fama correspondientes, además de pionero en su categoría.

Cierta versión de la historia coloca al pionero Juan Budinich en los inicios de Rojas, al encargarse de un curso de boxeo dentro de la misma institución policial. Lo seguro es que, formado ya en el uniforme, ingresó a la sexta comisaría como guardián tercero, pero poco duró el joven en estas funciones, seducido por el arte de los puños bajo la maestría de Pellegrini. Su gran pelea con público fue el 13 de agosto de 1905, con 19 años de edad, enfrentando al inglés James Perry en la cancha del Gran Frontón Chile, célebre y céntrico edificio en donde se practicaba la pelota vasca. Rojas ganó el combate a finish tras cerca de una docena de asaltos y ante unos 4.000 espectadores, cuando tiran la toalla al muy maltrecho Perry. De inmediato, el muchachote se convierte en una revelación para el público y goza de enorme notoriedad al ser considerado desde entonces, virtualmente, primer chileno postulante a campeón sudamericano en el deporte del boxeo inglés.

El sensacional encuentro fue notición de toda la temporada. Incluso la revista “Sucesos”, en su siguiente edición del día 18 de agosto (y haciendo vista gorda a las críticas que su propia línea editorial había presentado contra el deporte del boxeo, hasta hacía pocos meses) celebraba el triunfo del chileno, junto a una imagen de contendores en posiciones de combate. Trascribimos completo su texto, por la importancia que tiene como registro cabal del encuentro:

Ante un público numeroso y que no disimulaba ni su interés por el resultado de la lucha, ni sus predilecciones por uno u otro de los campeones, se ha verificado el gran desafío de box entre el profesional yankee Perry y el aficionado chileno Rojas.

¡Qué diferencia entre cada uno de ellos!

Perry, robusto, fornido, ágil, práctico en la lucha que ha estudiado y verificado cientos de veces con verdadera pasión, y Rojas, agreste mocetón de Colchagua, dotado de fuerza hercúlea, sí, pero sin práctica alguna; temerario, a fuerza de conocer su pujanza, pero sin la escuela de juego que tanto puede.

Parecía por momentos que los golpes certeros de Perry iban a terminar con la derrota del colchagüino que, aunque demostraba agilidad suma, no podía esquivar o parar a tiempo aquellos.

Pero la suerte no estaba a favor del maestro: el ignaro hijo del campo, el roble agreste, comenzó a ganar terreno y en un momento de ardor asestó tan tremendos golpes al contendor que no pudo resistirlos.

La pujanza de ese Colo-Colo de Colchagua fue demostrada con evidencia y el orgulloso hijo de Norte-América fue doblado como junco por aquel.

Se los dice que dentro de poco el campeón Rojas desafiará a otros campeones extranjeros conocidos por su pujanza, y que en más de una ocasión han obtenido el aplauso del público. Quiera la tornadiza suerte ser favorable al colchagüino y que no venga otro a despojarlo de los recientes laureles conquistados en la arena.

Por su parte, Ernesto Latorre también recordaba aquel histórico día de la historia nacional de boxeo, refiriéndose al mismo en un artículo de su autoría para la revista “En Viaje” publicado cuatro décadas después de aquel suceso (“Los orígenes del boxeo en Chile”, 1946):

Fue este encuentro el más sensacional de la época, en el cual Rojas se anotó su primera gran victoria al derrotar a su contendor por retiro a la 13ª vuelta. El público enloquecido -dice un diario de aquel tiempo- arrojó dinero y más dinero sobre el ring, mientras el vencedor era paseado en hombros por el extenso local al son del himno nacional y de los gritos atronadores del público que pregonaba el triunfo espléndido del campeón chileno.

James Perry fue también estruendosamente ovacionado. Era un boxeador que poseía una elegante escuela y su nombre está ligado estrechamente al nacimiento del boxeo en Chile.

Como promesa de ring y apodado "el Tremendo" por la prensa, Rojas cumplió con las confianzas y se cubrió de gloria en los meses que siguieron, coincidiendo su ascenso como pionero con el buen momento que comenzaba a vivir la actividad, con cada vez más concurrentes, peleadores, empresarios, clubes y utilidades. Así, formó parte de la generación impulsora de boxeo profesional chileno con Budinich, Perry, Joe Daly, Domingo Silva, Carlos Polite, Víctor Podestá, Carlos Donoso, Luis Candia, Miguel Concha y Carlos Pérez, entre otros.

Míster Huifa González agregaba que muchos retaron a Rojas, viniendo a Santiago o haciéndolo ir a regiones, pero ninguno dio la talla y el peleador terminó siendo sacado en andas victoriosas en cada ocasión. Incluso lo desafió el fanfarrón e insultante pero igualmente reputado escocés Kid Mitchell en 1907, quien terminó también de espaldas y contando estrellas con sólo dos asaltos y luego de haber ido a parar tres veces contra las cuerdas ante la mirada compasiva del juez Toro. Kid cayó así, a pesar de haber llegado preparado por el veterano peleador norteamericano Dick O'Brian.


El curso de  primeros alumnos de la policía aprendiendo boxeo: Heriberto Rojas, F. Araya, J. Sepúlveda y Juan Concha. Imagen publicada por revista "Pacífico Magaine" en mayo de 1919.

El entonces joven aún Heriberto Rojas en la revista  "Sucesos" de 1907, cuando iba a enfrentar al temido Kid Mitchell.

Kid Mitchmel, el contrincante, en revista "Sucesos", también durante el año 1907.

Rojas y Respress en el ring del American Cinema, con aforo lleno y triunfo del nacional, en abril de 1916. Fuente imagen: revista "Sucesos".

El 1 de julio del año siguiente, Rojas ganó a Charles Kelly en Santiago en apenas 49 segundos en el Teatro Circo Independencia, K.O. que, por largo tiempo, fue récord nacional y lo premió con la friolera de 15 mil pesos de la época. Para 1908, cruzará puñetazos con el temido púgil negro Charles Bradley, de 1.84 metros y 86 kilos de peso, quien ostentaba haber sido profesor del Gymnasium Club de Valparaíso. Pero la lesión de Rojas en una falange durante la pelea obliga a terminar antes el combate y debe darse por derrotado a pesar de haber resistido varios asaltos después del cuarto, cuando se fracturó, resistiendo la necesidad de abandonar.

Tras la recuperación, acepta ir a una revancha a la que llama Bradley, quien es derrotado por Rojas tras un larguísimo finish a estadio lleno, el 7 de mayo de 1910. Su victoria fue sensación en los medios de la época. Importantes autoridades estuvieron presentes en el infartante encuentro, además.

Siendo a la sazón el mejor peso pesado de Sudamérica, Rojas consideró que ya debía probar en el extranjero aceptando una tentadora oportunidad de partir a Europa, en lo que parecía otra brillante perspectiva de futuro en su vida. Según confesaría años después, el viaje le había sido ofrecido por el mismísimo Arturo Alessandri Palma, para que enfrentara a Georges Carpentier quien acababa de pelear en un discutido combate con Jack Dempsey al que el futuro mandatario había asistido, encontrándose con Rojas en el lugar.

Se cuenta que partió en 1914 acompañado por un peleador del famoso centro deportivo del Hippodrome Circo del barrio del Mercado La Vega, su colega Manuel Sánchez, quien había debutado hacía poco en aquellos lares mapochinos y conquistando rápidamente un lugar en las pizarras, al punto de lograr el título de Campeón Sudamericano en livianos, aunque habiendo dilapidando sus recursos en la bohemia de ambas orillas del río de La Plata, como señala Stefan Rinke en “Cultura de masas, reforma y nacionalismo en Chile. 1910-1931”.

Para su audaz viaje, Rojas había recibido algunas ayudas también de sus colegas púgiles, quienes organizaban encuentros deportivos a beneficio suyo. Sin embargo, el estallido de la Gran Guerra y las nefastas consecuencias que trajo la conflagración en el Viejo Mundo, frustraron rápidamente aquellas ilusas expectativas forzando el viaje de regreso al país de origen. Muchos años después, recordaba Rojas en entrevista para la revista “En Viaje” (“Un púgil que fue asombro de Chile”, 1962), sobre aquella aventura fracasada:

Cuando arribé a Francia no pude cumplir mis deseos, por cuanto se había desencadenado la guerra. Fue una verdadera lástima. Aunque apreciaba la maravillosa técnica de Carpentier yo tenía una confianza bárbara en mis medios, en mi experiencia, en mi propia reciedumbre física.

Coincidentemente, en aquel tramo de tiempo se había fundado la Federación Chilena de Box, el 1 de mayo de 1915, y continuaban sumándose nombres a la nómina de promesas como Ignacio Sepúlveda, Max Gallant y Alberto Downey, este último ciclista devenido en boxeador y quien, tras debutar en el año anterior, sería considerado uno de los primeros exponentes del boxeo científico en Chile, por su estilo, metodología y gran sentido técnico.

Justo en ese período, el sábado 27 de noviembre de 1915 se realiza un concurrido encuentro entre Rojas y Zárate en el Teatro Independencia, arbitrado por Salvador Sanfuentes. Fue tal la superioridad demostrada por el primero en aquel enfrentamiento, que el juez decidió terminar antes la pelea, ante las protestas del público pero la aprobación de medios como la revista "Zig- Zag".

La Federación realizó su primera Asamblea General el 16 de junio de 1916, consiguiendo su personalidad jurídica por Decreto Supremo Nº 962 del 29 de mayo de 1917.

A la sazón, Rojas continuaba cimentando su leyenda como una figura de enorme admiración en el público y todo un modelo de masculinidad, además de un ejemplo de esfuerzo personal ante la vida. Por su estampa, su valor, su fortaleza y su contextura física muy por encima de sus demás colegas compatriotas a pesar de ser más bien bajo (1,72 metros), el deportista fue considerado un ejemplo a seguir entre muchos de los primeros boxeadores de su generación y los que se animaron a tomar los guantes, aunque fuera de forma amateur. Cuando levantaba su brazo de la victoria tras cada triunfo, desde la galería caía toda clase de objetos como “regalos”, como puros y hasta dinero. En una ocasión, el aristocrático empresario y hombre de política don Ismael Tocornal, se habría animado a subir a la tarima, saltar las cuerdas y felicitar personalmente el triunfo del guerrero colchagüino...

Rojas aún pensaba en términos mayores, a la sazón: enfrentó al temido estadounidense Bob Devere, otro enorme gladiador negro de más de 100 kilos, en el ring montado en un terreno cerca de la Estación Central, enfrente de la Pila del Ganso de la Alameda, en 1916. Pero allí sufrió su derrota más grande, la primera por K.O. y en el cuarto asalto, trizando el espejo del orgullo de su fama como invencible.

Aquella pelea había generado tanta expectación que se organizaron transportes para llevar el público hasta el lugar y, a falta de radioemisoras, hubo clubes en donde siguieron su desarrollo por teléfono, con un relator al otro lado del auricular, encargado de comunicar lo que sucedía a los presentes.

Con su semblanza hecha y con el prestigio de campeón chileno, sin embargo, Rojas ya era el más importante púgil nacional del momento. También se había convertido en un gran difusor y maestro del boxeo, apareciendo en folletos instructivos y dando clases a los principiantes. No era humillación comenzar a pensar en jubilarse tras el camino recorrido, entonces, con sólo dos derrotas a cuestas.

Su última pelea profesional fue en el Stadium Nacional, el 20 de abril de 1918, derrotando al contrincante, el gladiador negro Calvin Respress, y retirándose en una velada del 18 de mayo siguiente, colmada de público en el Teatro Circo Independencia, hacia la tercera cuadra de aquella avenida. Según González, ganó a Respress por puntos.

Curiosamente, fue en ese período de transición al retiro que Rojas sería reconocido formalmente como campeón sudamericano de peso completo, según lo que señalan autores como Edgardo Marín en “Historia del deporte chileno”. Sin embargo, dadas las limitaciones de los rankings y metodologías de entonces, hubo adversarios que nunca quisieron reconocer este mérito. De todos modos, para él debió ser fue algo parecido al final feliz de su carrera pugilística en el ring, suponemos.

Tras colgar los guantes y poner fin a 15 años de carrera, Rojas se dedicó en adelante a la enseñanza del boxeo junto a otros maestros como Pellegrini, Budinish y Concha. También fue profesor de algunos talleres de ejercitación en la policía de Santiago. Atrás había dejaba la época en que noqueó a Kelly en segundos; o los días en que peleaba a teatro lleno asegurando concurrencia masiva en cada sala o gimnasio; o los finales victoriosos recibiendo obsequios de sus admiradores mientras era subido a los hombros de algún asistente.

Rojas vs. Budinich, también en el Teatro Arturo Prat, en 1908. Imagen de la revista "Sucesos".

La polémica pelea en el Teatro Circo Independencia, de noviembre de 1915, en la que Rojas derrotó a Zárate por decisión preventiva del árbitro.

El campeón en sus tiempos de gloria, en imagen de la revista "Los Sports" de los años veinte.

Heriberto Rojas entre los pioneros del boxeo en Chile, en portada de la revista "Los Sports", hacia fines de 1923. Varios de ellos fueron célebres y respetados, pero el campeón Rojas parece haber sido el primero en adquirir características de estrella.

 

Heriberto Rojas, ya en la madurez. Fotografía publicada por Renato González Moraga (Mr. Huifa) en "El Boxeo en Chile", 1973.

A Rojas nunca le agradó hablar de sí, pues era un hombre sin soberbias, a pesar de que había enseñado incluso a Alessandri Palma, quien en algunas oportunidades de arrebatos decía: “Por algo soy alumno de Rojas”, ya siendo mandatario. Sus amigos siempre le encontraron un parecido al actor francés Maurice Chevalier y decían que causaba atracción entre las mujeres, sin ser exactamente lindo. Y vivía aquella paz del retiro de las luces continuando sólo con las labores de enseñanza, cuando el estudio del cineasta Carlos Borcosque lo invitó a participar en el proyecto “Músculo y cerebro”, primer documental sobre deportes en el cine chileno, estrenado en 1924. Apareció hacia el inicio del mismo. Ese mismo año, sin embargo, el campeón perdía a su hijo, fallecido poco antes de dar su examen de titulación profesional.

Después de aquel año dulce y agraz, se vinieron tiempos de cierta incertidumbre para el boxeo en Chile. Los últimos campeonatos sudamericanos fueron ganados por nacionales en 1927 y 1929, pero problemas de organización y de calidad de las peleas habían afectado también a centros históricos como el Circo Mundial y el Hippodrome Circo, mientras la atención del público se desviaba hacia otras arenas de Santiago. Las oscilaciones se mantuvieron así hasta inicios de los cuarenta, cuando el empresario de espectáculos Enrique Venturino compró el Teatro Caupolicán e inició las inolvidables veladas de boxeo en este cómodo coliseo de calle San Diego, prolongando por varios años un nuevo apogeo del boxeo en el país. Flamantes bríos de profesionalización del deporte en los años treinta, además, permitieron forjar esta siguiente etapa en la historia del pugilismo en Chile.

En tanto, Rojas regresó a las arenas pero como luchador grecorromano, en 1927, deporte que también había practicado paralelo al boxeo, aunque en forma complementaria. La revista “Los Sports”, la más importante del deporte en esos días, celebraba su reaparición, el 2 de septiembre de ese año:

Nos alegraríamos que Rojas volviera aunque no fuera más que como luchador. Al fin y al cabo nos remozaría un tanto, ya que tras él vendría de nuevo el recuerdo de aquellos sus encuentros de boxeo ante un Bradley, un Mitchell, un Tomás Dunn, un Jack Murray o un Zárate.

Nos quitaría unos quince años de encima y sólo esto bien merece nuestro aplauso de agradecidos.

Firmaba la nota el periodista y réferi Ventura Debezzi. Sin embargo, Drouillas Espinosa hace notar que ese mismo año se encendió una discusión, también en “Los Sports”, relacionada con la importancia técnica de la figura de Rojas en el oficio: mientras Debezzi consideraba que era sólo fuerza bruta y corpulencia, no exactamente un innovador o un cultor de pericias, el maestro Budinich replicaba diciendo que Rojas sí se valió de las técnicas pedagógicas y teorías de combate que él mismo había traído desde los Estados Unidos.

La época de los orígenes y de la breve primera edad de oro de la actividad boxeril chilena, esa de la mitad baja de los años veinte, había concluido. Dejó varios nombres que hoy son leyenda junto al gran Heriberto Rojas. La siguiente generación, en cambio, tendría otros que son mucho más recordados y mejor rescatados que la anterior, como Antonio Fernandito Fernández, Estanislao Tani Loayza (para muchos, el primer “ídolo” de masas del boxeo nacional) y el inmortal Arturo Godoy, que conquistaría su reinado ya en los años cuarenta. Pertenecen a otra época, sin embargo, no correspondiente a la que revisamos acá.

Parte del legado de Heriberto trascendió al boxeo, por las vistas razones. Su constante afán de aprendizaje lo llevó a cultivarse y estudiar otras disciplinas, colaborar en talleres y academias, fomentar la cultura física, la halterofilia, el fomento intelectual de los deportistas y la apertura de puertas a varias artes marciales que llegarían en aquella época. Sin embargo, la ingratitud era dominante y el mencionado artículo de la revista “En Viaje” en donde fuera entrevistado, trataba de proponer un desagravio ante el injusto desdén del que Rojas había sido víctima, tras su retiro:

Macizas satisfacciones han provocado a Chile nuestros valores deportivos de mayor jerarquía. Manuel Plaza, Juan Jorquera, Luis Vicentini, Quintín Romero, Manuel Sánchez, Anita Lizana, Estanislao Loayza, el infortunado maestro Guerrero, los hermanos Torralva, Lucho Ayala y otros ases conquistaron triunfos de resonancia mundial, empinándose en los escenarios extranjeros con un coraje y una pasión asombrantes, sin impresionarse jamás ante cualquier natural favoritismo localista.

Rojas, Heriberto Rojas, sin embargo, ha sido injustamente olvidado, siendo el verdadero iniciador del boxeo en nuestro país dentro de la categoría pesada. A poco de principiar sus actividades careció de rivales chilenos de peligrosa combatividad. Fue obligado contendor de incontables púgiles extranjeros de gran cartel, tales como el temible negro Charles Bradley, William Daly, James Perry y otros, logrando siempre la victoria en forma espectacular y decisiva.

A pesar de los laureles y reconocimientos, su imagen oscurece y desaparece en aquel retiro, perdiéndose la huella. Sus últimos años fueron difíciles, con una pobre jubilación con la que debía alimentar a cinco nietos, cuando su yerno enfermó y quedó incapacitado. La salud del campeón también se vio resentida y comenzó a quedar solo. “Casi todos mis amigos de mi época de gloria y de triunfos han muerto y los pocos que quedan ya me han olvidado”, reconocía al reportero de la mencionada revista, contagiándolo de su amargura.

Sumido en aquel estado y ante la indiferencia general, Rojas partió poco después de este mundo. En una edición del diario “El Cóndor” de Santa Cruz, Jaime Vásquez Arriagada escribe años después (“El ‘tremendo’ Heriberto Rojas”, 2013), que el ex boxeador falleció el 1 de octubre de 1964, siendo sepultado junto a su esposa María Arzolina Machuca en el Cementerio General.

Existió un Heriberto Rojas Boxing Club en Santiago, en avenida 10 de Julio 1515, muy activo en los años veinte y treinta. Y aunque hay una calle también con su nombre en Cerro Navia, en un sector del plano urbano con homenajes a varios otros deportistas chilenos, el tributo más importante para el prócer está en el norte del país, donde se dice que había trabajado un tiempo en la época salitrera: el club más antiguo de boxeo de los que quedan en actividades en Chile lleva el nombre de Heriberto Rojas en Iquique, fundado por un grupo de abasteros y matarifes el 1 de junio de 1921, con su característico “caserón” de calle Thompson.

De este histórico gimnasio han salido otros grandes exponentes del combate buscando con éxito la consagración, como Tani Loyza, Manuel Alfaro, los hermanos Rivera, Pedro Campos, Mario Vargas, Nino Tello, Francisco Bahamondes y Luis Zapata, entre muchos otros.

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