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EL DRAGÓN MONTADO POR EL CICLISTA EN CALLE BANDERA

Reconstrucción aproximada al aspecto que tuvo el inmueble que alojaba a El Ciclista (arriba, con entrada por la pequeña puerta lateral) y El Dragón Rojo (abajo, con doble acceso), antes del terremoto que destruyó parcialmente al mismo edificio.

El "barrio chino" de calle Bandera llegando a Mapocho ofrecía varias situaciones curiosas, como las de locales que terminaban siendo complementarios o simbióticos entre sí al existir edificaciones con una planta comercial pero con altos también destinados a negocios de recreación y parecidos, siguiendo una lógica que ya se observó en el pasado con ciertas casonas coloniales y fondas del siglo XIX. También había algunos que intercambiaban estrechamente a sus clientes, visitantes ilustres, artistas estables y chicas copetineras, por lo que uno acababa siendo la extensión del otro y viceversa.

Un club llamado El Dragón Rojo se hallaba en Bandera 832, en el ahora ruinoso edificio ubicado al lado de las galerías comerciales de esta cuadra y casi enfrente del también desaparecido restaurante Far West, ese que aún existía en tiempos del Bicentenario Nacional como uno de los pocos testimonios de la época dorada del barrio. Sus clientes solían llamar al boliche sólo como El Dragón, nombre con el que apareció en algunos registros de bares y fuentes de soda de Santiago, de hecho. Fue uno de los últimos negocios populares que llegaron a incorporarse a la actividad recreativa del barrio clásico, cuando esta ya se encontraba en su crepúsculo.

El establecimiento ocupó uno de los espacios más importantes del mismo "barrio chino": lugar que antes, en un inmueble ya desaparecido, había sido un restaurante y sede de la Unión Gremio de Lecheros, club y centro social con expendios de bebidas sólo para sus miembros, según se verifica en la Matrícula de Patentes Profesionales e Industriales de la Municipalidad de Santiago publicada en los medios de prensa en abril de 1917.

En aquel período, el salón teatro del local también era sede la Academia de Baile La Chile, que funcionaba como club de socios. Fue sitio de algunas reuniones políticas como las de la Vanguardia Demócrata, además. La publicidad del 24 de mayo de ese año lo presentaba de la siguiente manera en "La Nación", con algo también de servicio como posada, según se lee entre los avisos clasificados:

RESTAURANT

Bar y Restaurant Pedro Donoso, Bandera 832. Se reciben pensionistas.

Licores y mariscos frescos. Recibe órdenes para banquetes. Comida a la carta. Importación de licores finos de las mejores marcas.

A principios del año siguiente el Centro Social Luz y Progreso realizaba veladas literario-musicales en el mismo salón y teatro, retornando al lugar luego de un período operando en otro sector. Los establecimientos construidos en ese mismo lado de la manzana fueron terminados hacia 1925, aproximadamente, y así la dirección del 832 fue ocupada poco después por el Club de Operadores de Teatro, funcionando como un club social y restaurante, con salón de billar, sala de tertulias y otras comodidades. Aquel era ya el mismo inmueble que aún permanece en pie en ese número de calle Bandera, aunque muy deteriorado.

Después, llegaría allí un cabaret con dancing llamado Las Torpederas, célebre en los tiempos de los bailables de amanecida para gente joven. Era el primer negocio de este tipo de entre los al menos tres que hubo en tal espacio comercial. Más tarde, ancló en el mismo lugar el famoso night club Tabarís, el que fue competencia directa del muy cercano cabaret Zeppelin.

A mayor abundamiento, el Tabarís había emigrado hasta Bandera su cuartel central desde los subterráneos de Alameda de las Delicias 895, esquina con calle Estado. Aunque había tenido aquella época de leche y miel timoneado por don Leiro Lacasia, el cabaret fue reestructurado y revitalizado en una nueva etapa por el empresario nocturno José Padrino Aravena, a partir de mediados de los años sesenta. Su plan era ambicioso y pretendía recuperar con él el alicaído ambiente nocturno de calle Bandera, pero la verdad es que, al poco tiempo, ya estaba funcionando sólo como bar y restaurante. Entre otros que actuaron allí en el Tabarís estuvo el humorista y ventrílocuo Tato Cifuentes, llegando a ser otro de los clubes más importantes y concurridos del "barrio chino" de calle Bandera.

Publicidad para el antiguo establecimiento de don Pedro Donoso en Bandera 832, en "La Nación" (1917).

Cartel de neón del cabaret Tabarís en 1951 (Fuente imagen: filme "Uno que ha sido marino", de José Bohr).

Imagen de calle Bandera mirada hacia el sur, en la cuadra del 800, publicada en "La Nación" del 18 de septiembre de 1938. El edificio de dos pisos y más alto era el que alojaba originalmente a ambos establecimientos, por el costado derecho del encuadre. También se distinguen las fachadas y carteles colgantes de los establecimientos Hércules, Estrella de Chile y Cabaret Zeppelin.

El Dragón Rojo se encontraría después en aquel mismo sitio que ocupaba el Tabarís de Bandera, entonces: justo abajo de las dependencias que fueron de otro célebre boliche llamado El Ciclista, con acceso por el número 830.

Aquel espacio de ambos clubes ocupando sus dos pisos siempre fue, con diferentes nombres, famoso como centro recreativo del barrio y con dancings, según lo que recuerdan claramente algunos locatarios como don Enrique Cruz, comerciante de más de 30 años en esta calle y en alguna época buen visitante de estos negocios. En el "Memorial de la Estación Mapocho", Alfonso Calderón recuerda también que el músico ariqueño Sergio Fernández Garay tocaba clarinete en el Dragón. El nortino había alcanzado la fama general con su tema foxtrot “Norma", alegre música con triste letra que ya es un clásico de la canción popular chilena:

Desde que te conocí,
No puedo vivir sin ti,
No sabes lo que es amor,
Norma mía.

Escúchame esta canción,
Que te la dedico a ti,
Como un recuerdo de amor,
Muy sincero.

Porque me dejas marchar,
Sin ti yo no viviré,
No sabes qué pena tengo
En el alma.

Me voy pero volveré,
¡O sí, volveré!,
Así te lo prometí,
Norma Mía.

El tema también fue conocido como “Norma mía”, con versiones de Danny Chilean, Gustavo Hit Moreno, una sólo musical del pianista Valentín Trujillo y otras más actuales del grupo jazz-pop Ángel Parra Trío. Fue grabado también por el bolerista ecuatoriano Julio Jaramillo, y con otro nombre en los Estados Unidos por Bing Crosby y por The Andrew Sisters.

Echando cuentas históricas, El Ciclista ocupó el lugar que antes había sido llamado La Liga Gráfica, en los tiempos en que el primer nivel aún era del Club de Operadores de Teatro. Aquel antiguo centro social de los altos combinaba actividades deportivas y gremiales de comunidades editoriales e impresoras como Nascimento y Universitaria. Se accedía al boliche por la pequeña y estrecha puerta lateral, por el ala sur de la fachada, y desde allí se ascendía por una escalera contrapuesta hasta los niveles superiores en donde se encontraban las salas con mesas, barra y diversiones.

Nadie sabe con seguridad la razón de tan extravagante nombre para un restaurante y centro de eventos: unos dicen que se debe a un supuesto vínculo con un club de ciclistas de la época. Sospechamos que podría provenir de su situación elevada, sin embargo, como la de los antiguos ciclistas que montaban el sillín de altura vertiginosa y temible en esos velocípedos o biciclos de rueda gigante, aunque en este caso la posición alta la tenía el local por estar literalmente montado sobre el que iba a pertenecer al Dragón de la planta baja. ¡Quién sabe! Sólo es seguro el que, si bien ambos espacios estaban dispuestos para ser boliches totalmente independientes, separados por murallas y pisos, la curiosa distribución de aquellas dependencias los puso en una estrecha relación y acabó unificando la administración de ambos.

El cómo se dio esa relación comensal entre El Ciclista y El Dragón Rojo es una historia consagrada ya a la última etapa de vida del mismo doble centro recreativo, cuando llegó hasta el primero de ellos el administrador Francisco Luque Riobó, quien estuvo también al mando de la cercana fuente de soda La Ideal, que se ubicaba al lado del restaurante y bar Touring, con entradas por General Mackenna y Aillavilú. Eran los años en que Bandera sólo ostentaba ya algunos retazos y recuerdos de los buenos años del "barrio chino".

Luque tomó las riendas de El Ciclista alrededor del año 1980, según recuerda su hijo Pancho Luque Valdebenito. Como le fue bien en este negocio, en 1981 decidió arrendar el espacio inferior que había pertenecido antes al Tabarís y tomar el negocio que ahora estaba reducido a sólo una inocente fuente de soda, revitalizándolo otra vez como la boîte de El Dragón Rojo y recuperando así sus alcances de bar, restaurante y cabaret.

Aspecto del edificio comercial hacia 2010, con el segundo piso destruido y su nivel inferior convertido en casa de venta de vestuario.

Vista actual del edificio, con su aspecto tan decaído como el barrio mismo de Bandera y Mapocho.

Por este cubículo, que antes era el acceso a las escaleras hacia el segundo piso, se entraba a El Ciclista, en el número 830 de Bandera. Hoy está convertido en un pequeño puesto de ventas.

Debió ser toda una proeza sacar adelante ambos negocios, considerando que varios de los más antiguos y los iniciadores del ambiente bohemio de calle Bandera en Mapocho ya habían perecido, quedando sólo algunos a la sazón y resistiendo estoicamente en esa misma manzana, como el cabaret Zeppelin y la hostería La Antoñana, esta última justo al lado del Dragón, entre otros históricos boliches.

Lamentablemente, el señor Luque falleció en 1983 hallándose en El Ciclista, por lo que la conducción de ambos negocios quedó en manos de su viuda, doña María Eugenia Valdebenito. Sólo dos años después, sin embargo, sería la naturaleza la que iba a decidir el destino de ambos negocios...

Como confirman algunos veteranos del sector, el fatídico terremoto del 5 de marzo de 1985 dañó severamente ese sector de la cuadra obligando a cerrar varios negocios y demoler algunos de sus establecimientos. El mismo edificio comercial, con su segundo piso decapitado, fue subdividido y otro negocio ocupó el sector del ala norte. Un vecino edificio, el de las Galerías Comerciales Santiago-Bandera, también es un resultado de las demoliciones y cambios forzados en la línea de inmuebles de la cuadra, por cierto.

El local de El Ciclista fue el más castigado dentro de ese conjunto en 1985, viéndose obligado a cerrar: se debió remover casi todo lo que había sobre el piso del segundo nivel, en esos momentos hecho ruinas y amenazando con nuevos derrumbes. Ese espacio de los altos se encuentra inhabilitado y parcialmente destruido: sólo quedan funcionales en él ese estrecho sector del acceso que llevaba a las escaleras al segundo piso, cubículo que ha sido usado por negocios menores como un centro de copiado de llaves y ahora por un comerciante de bisutería y joyas de fantasía.

El espacio que pertenecía al Dragón, en tanto, comenzó a caer con rapidez en la decadencia general de aquellas cuadras. Se recuerda que el night club mantenía espectáculos en vivo y contaba con un famoso subterráneo oscuro, cuya tenebrosidad era comentada por reporteros de la revista "Que Pasa" en 1988: había en él una grutita de la Virgen María, con una vela encendida cuya llama era la única luz de ese sótano. Allí la sección del "privado", además. Y aunque el ambiente del club no llegó a ser tan grave ni terrorífico como en el llamado Caracol de la Muerte y sus establecimientos rojos en la cuadra del 600 de la misma calle, poco le que quedaba ya al negocio en un estado tan mustio y afectado por el ocaso de barrio, especialmente tras el cierre de la estación del ferrocarril.

El Dragón Rojo se mantuvo con esta identidad hasta 1991, cuando los cambios del barrio y su comercio ya eran irreversibles. Se transformó, así, en una amplia tienda de ropa americana, aunque en la parte posterior y fuera de la vista de los clientes, se encuentra aún la vieja tarima que servía de escenario a los artistas que hacían presentaciones en sus mejores años, en un área que corresponde servicios de planchado y reparación de prendas en venta.

Una de las trabajadoras de la tienda, doña Gloria Bagnara, confirmaba un rumor que ronda en el barrio sobre el ex local del Dragón: la presencia de apariciones fantasmagóricas, particularmente de un personaje que camina cabizbajo y en actitud sufriente, por las partes más abandonadas. Según ella, puede corresponder al alma en pena de gente que, supuestamente, habría sido asesinada en riñas dentro del antiguo local y en sus primeros tiempos, o quizá en la época menos luminosa del barrio y que, es sabido, se llevó con sus refriegas y justas a varios mártires de la noche, sin lustres.

Quizá no se pueda verificar la existencia de espectros errantes dentro del establecimiento, pero su antigua fachada con el visible espacio en donde estuvieron antes los carteles de luminarias, lo convierten por sí sólo en uno de los más nostálgicos espíritus en pena de calle Bandera y uno de los últimos testimonios palpables que quedan del "barrio chino", al haberse demolido todo el resto de los más antiguos locales de la misma cuadra hacia el año 2016. ♣

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