Fachada del Teatro Politeama, a espaldas del Portal Edwards.
La presencia de la Estación Central de Ferrocarriles de la Alameda convirtió los antiguos barrios entonces periféricos de Lo Chuchunco en un importante segundo centro comercial de la ciudad. La actividad de los tranvías también encontró un punto nuclear de distribución y salidas en la Plaza Argentina, ubicada justo enfrente de la estación del ferrocarril. Aparecieron los hoteles, restaurantes, barrios obreros, palacios, cafés, casinos y salas de cine o teatro en todo el entorno inmediato, destacando entre las novedades el Portal Edwards y el Teatro Coliseo Politeama, este último emigrado desde el centro de Santiago, en Merced llegando a San Antonio, hasta este nuevo edificio.
En medios como la revista “Sucesos”, puede verificarse que el nuevo y último Teatro Politeama de Santiago se construyó en 1909 con planos del ingeniero y arquitecto Sr. Cazorla, poco después de abierto ya el Portal Edwards, siendo estrenado en septiembre de ese año con la Compañía Lampre. Sin embargo, está el antecedente de que, en agosto de 1908, los empresarios Marini y Bonzi construyeron allí también el llamado Parque Oriental, grato conjunto de aire chinesco compuesto de un patio con seis kioscos a los que luego agrega un teatro, antecedente y después complemento del Politeama junto al portal comercial, como se verifica en “Sucesos” del 15 de septiembre de 1910. Don Luis Bonzi, mismo propietario del vecino casino con su apellido, era el dueño del nuevo teatro.
Al nuevo edificio de espectáculos se accedía siguiendo la galería central del portal, llegando hasta una calle atravesada llamada también Politeama. Allí aparecía ante el visitante su fachada de romántico europeísmo con tintes renacentistas, al centro de la cuadra por el costado sur de esa pequeña vía que dividía las plantas del palacio comercial con el recinto del teatro, y que hoy coincide con el pasaje Arturo Godoy, el mismo que separa el actual Estadio Víctor Jara del nuevo Portal Edwards.
Ubicado en donde antes estuvo el patio para los estacionamientos de vehículos y carros del portal comercial y hotelero, el coliseo y sus jardines dieron una nueva vida al barrio a partir de los años del Primer Centenario. Abascal Brunet y Pereira Salas transcriben el siguiente bosquejo del Politeama y de cuál había sido su fama en aquella primera época, hecha por un folletista de la época, además de su identificación como lugar de acogida de la “juventud dorada”:
...fue el punto de cita de las damas alegres y de los elegantes de nuestra jeunesse dorée. Del Politeama han salido miles de parejas a cenar después de la función y otras a principiar una orgía de consecuencias en una casa de divertimento público. Cada vez que una dama del demi monde tiene que verse con alguien y se le pide sitio y hora, da como lugar el Politeama y como hora la segunda tanda de la noche, que es siempre la más concurrida.
Bonzi, el fundador del teatro, también era dueño del vecino Casino Bonzi. Sin embargo, el más recordado jefazo del teatro fue alguien posterior: el caballero francés Julio Chenevey, ex empleado de la Casa Francesa y quien tenía en su currículo filmaciones de documentales realizadas en Francia y Chile, como los festejos del Centenario y los funerales del presidente Pedro Montt. De hecho, se ha propuesto que Chenevey pudo ser uno de los primeros en traer y ocupar máquinas filmadoras en el país. Importantes empresarios de las tablas escogían al Politeama para sus compañías, además, y Lautaro García recuerda que, cuando era don Eulogio Velasco quien levantaba el telón del teatro para sus espectáculos de zarzuelas y operetas, “un fresco hálito de cármenes floridos y un vibrante son de coplas y cantares de la tierra andaluza se esparcía por la sala”. Cuenta también de la opereta que se hacía presente allí:
La opereta de ambiente cosmopolita, con sus príncipes de utilería y sus heroínas de café concert, pasó por ese tinglado a los compases danubianos de Óscar Strauss, Franz Lehar y Leo Fall cantados por los tenores y sopranos de Caramba Sconamiglio y de Marchetti (...) También cruzaron sus tablas los pasos atáxicos de José Tallavi en el Osvaldo de “Los Espectros” y el empaque de capa y espada de Miguel Muñoz en “Traidor, inconfeso y mártir”.
Mario Cánepa Guzmán señala que, cuando el maestro Enrique Borrás visitó Chile en 1910, debutó en el Politeama con “El alcalde de Zalamea”, desde donde pasó al Teatro Municipal. Latorre agrega a este dato que Borrás hizo una larga temporada dramática allí, y otra al año siguiente en el igualmente popular Teatro Santiago, que ocupaba el primer espacio que había pertenecido antes al viejo Politeama en calle Merced, antes reaparecer en el Portal Edwards.
Alfonso Calderón, por su lado, señala que, hacia 1910, habían sido famosas en el teatro las presentaciones del chimpancé amaestrado Cónsul, con el elemento circense que no fue ajeno a la larga hoja de vida de la sala. Los circos fueron otra actividad importantísima en él, de hecho, pero no todos fueron carpas modestas y familiares, sino también distinguidos artistas de elencos internacionales. En enero de 1912, por ejemplo, se anunciaba la presencia del célebre Circo Alemán en el Politeama: “No es este un circo vulgar que pueda equipararse a tanto circo que suele llegar por estos lados, tan abandonados de Dios”, decía la redacción de revista “Sucesos” sobre su visita. El elenco incluía al tony Eduardo Guillaume y a los equilibristas-bailarines Pozzoli, además de músicos, acróbatas y varios otros integrantes de la compañía. Después, en diciembre, la misma revista celebraba las presentaciones allí del Circo Shipp & Feltus Common Owners, con la domadora de caballos Virginia Shipp, la adiestradora de fieras Madame Schell, los acróbatas Legerts y los payasos Loyal, Bannack, Rolland y Billy Ortanley, entre muchos otros artistas.
Nota sobre la fiesta de los tijerales del Teatro Politeama. Revista "Corre-Vuela" del 14 de julio de 1909.
Parte del Parque Oriental adyacente al teatro y don Luis Bonzi, su propietario, en imágenes publicadas por revista "Sucesos" en 1910.
El teatro siendo terminado, poco antes de su inauguración en septiembre de 1909. Imagen publicada en revista "Sucesos".
Vista del edificio en 1910, en imagen publicada por la revista "Sucesos".
Fachada y pasaje del Teatro Politeama, hacia 1920-30.
Presentación de la obra "Si las estatuas hablaran", de Carlos Cariola, en el Teatro Politeama de Santiago. Aviso publicado en "La Nación" del 29 de abril de 1936.
En tanto, ese mismo año la Compañía Gil estrenó en el teatro “La oveja y el lobo”, obra de Edgardo Garrido Merino con música del maestro Williams Vergara, de modo que lo docto y lo divertido sabían convivir en su cartelera, aunque esta siempre estuviera más orientada al gusto popular.
Luis Pradenas y la dupla Abascal y Pereira destacan también las presentaciones del famoso comediante español Pepe Vila en las tablas del Politeama, hacia la misma época, período que corresponde a un capítulo importante en la historia y desarrollo de la vida nocturna santiaguina. Hizo su parte el Politeama, sin duda, además de permitir en 1913 -y tras la inauguración del ferrocarril Santiago-Puerto Montt- que Vila ya pudiera llevar sus risas y talentos hacia el sur del país, siendo recibido con honores en muchas provincias. Pocos meses después, en la popular barriada de la avenida Matta de Santiago se inauguró también el Teatro Pepe Vila, por iniciativa y financiamiento del empresario Rafael Concha González.
También actuaron en la sala compañías como las célebres Hermanas Arozamena y otras vinculadas a empresarios del espectáculo como Carlos Cariola, Rafael Frontaura, Hurtado Borne y Guillermo Gana, que contrataron al entonces aún debutante Alejandro Flores como su actor principal y director hacia 1914, precisamente para las presentaciones de la compañía en el Politeama. El teatro de las cercanías de Estación Central, entonces, estuvo en los inicios del quizá más importante e influyente actor chileno de la historia artística nacional.
En aquel año, trabajaba en el Politeama la Compañía de Opereta Alemana, cuyas presentaciones causaron escozor en la moralidad más conservadora de entonces, especialmente entre las damas más sensibles. Ese mismo año, se estrena en él la zarzuela “Las últimas flores”, de Santiago Ramos y el maestro Almarza, en compañía de Lola Maldonado. Es la década en que el empresario Velasco llevará a esta tarima otras importantes presentaciones de géneros hispanos, con obras de compositores como Manuel Penella y Joaquín Quinito Valverde, continuando así con la tradición del teatro como escenario propio de la revista artística española, tal como lo había sido en su vieja primera ubicación en calle Merced con San Antonio.
Agrega Latorre que, en 1916, se organizó por Guillermo Gana Herquiñigo una empresa teatral llamada Excélsior, destinada a establecer las actividades de la Compañía de Autores y Actores Nacionales, que realizó sus presentaciones en el Politeama. Algunos de sus miembros fundadores fueron Cariola, Frontaura y Mook, con Flores como posterior director de escena y primer actor. Sin embargo, como las utilidades eran muy pocas y apenas alcanzaban para ser prorrateadas entre los actores, esta nueva sociedad resultó de corta duración.
Aquello no fue obstáculo para que importantes nombres de la industria del espectáculo siguieran presentándose en el teatro durante la década siguiente, pues, a pesar de su carácter popular, el recinto también servía para montar encopetados encuentros públicos, políticos y gremiales. Por esta razón, por ejemplo, la Asociación Central de Autobuses de Cambio organizó allí una gran función de gala para el 16 de octubre de 1927, con el objeto de dar a conocer a las autoridades de gobierno de Carlos Ibáñez del Campo detalles del desarrollo alcanzado por la industria del transporte en Santiago.
El espectáculo más refinado o de categoría internacional también alternaba con los circos, sainetes, zarzuelas y las presentaciones más graciosas. A fines de octubre de 1929, cerró su visita a Santiago la bailarina nudista de bataclán Josephine Baker, en la misma sala. Y en su libro sobre la vida de Rosita Renard, Samuel Claro verifica que la eximia músico realizó un extraordinario concierto en el Politeama, en mayo de 1931, ocasión en la que interpretó varias piezas notables incluido el Concierto N° 1 Op. 23 en Si bemol Mayor, de Tchaikovsky. No fueron pocas las presentaciones con aquellos perfiles de alta sociedad que se realizaron en su escenario, entonces: hacia la misma década, por ejemplo, Juan Tenorio Quezada montó en el teatro una de las obras más grandes que se han realizado en Chile, con cerca de 70 personas actuando. Titulada “Fiesta de los campos chilenos”, tuvo gran éxito y paseó después por otros teatros de Santiago.
En febrero de 1938, se estrena allí “Desde Renca al Crillón”, revista criolla definida como un “espectáculo más chileno que la chuchoca” en la publicidad de “La Nación”, anunciando el show con exhibición de películas. A los pocos días, el célebre hombre de teatro Eugenio Retes presentó “Acá en el rancho chico”, que el mismo medio describió “con contrapuntos, tonadas y duelos a guitarra entre CHARROS MEXICANOS y ROTOS CHILENOS. Cuarenta y cinco artistas en escena”. Su nombre suena a parodia del popular tema musical mexicano “Allá en el rancho grande” de los años veinte, título también de la película protagonizada por Tito Guízar en 1936, impulsora de la llamada Edad de Oro del cine de México. Sin embargo, en esos mismos momentos se ofrecía en la capital chilena el exitoso espectáculo “Allá en el rancho grande” del Circo Yovanini, en el Teatro Caupolicán.
A la sazón, Retes era parte de la Compañía Cóndor, mítica empresa en la historia de la revista chilena. Este equipo de artistas había presentado, también en 1938 y en el Politeama, la pieza humorística “Juan Verdejo, mundo arriba”, del propio Retes, compuesta de diez cuadros y variedades. La obra tenía por personaje principal al famoso rotito de la revista de humor político “Topaze”, popularizado por Coke Délano y, en muchos aspectos, no muy distinto de cierta parte del público que iba al teatro. Este espectáculo contó con temas del poeta Víctor Domingo Silva.
Interior del Teatro Politeama poco después de su construcción. Se observa la platea y los palcos, con la lógica de los antiguos corrales, y la escenografía de la ocasión.
Publicidad para el Politeama en "La Nación" de febrero de 1938, para espectáculos de bataclán (junto al Teatro Balmaceda).
Publicidad para el mismo teatro en "La Nación" de mayo de 1939, para las presentaciones del ilusionista "chino" Fu-Manchú, en realidad el inglés David Tobias Bamberg, actor y mago que se caracterizaba como maestro oriental y hasta se fotografía intentando fingir una expresión de ojos mongoloide.
Páginas de la revista "Sucesos", anunciando presentaciones de importantes circos internacionales en el Teatro Politeama de Santiago: el Circo Alemán y el Shipp & Feltus, ambos en 1912. Publicadas por Memoria Chilena.
Vista actual del ex pasaje Politeama, donde estaba el teatro, hoy llamado pasaje Arturo Godoy. El edificio blanco del centro es la fachada del ex Estadio Chile, que se ubicó en la antigua planta del teatro.
Lautaro García señala que, gracias al Politeama, el Portal Edwards se convirtió en un sitio favorito de noctámbulos pero inapropiado “para las personas serias y honestas”. Varias veces fue denunciado como un lugar inmoral y se recomendó a las damas no acudir al mismo, por la misma razón:
…asistió al desbande de la gente trasnochada y de las huestes de la farándula, como un viejo tunantón venido a menos que se hubiera refugiado en el último salón de su casa, misantrópicamente. El Politeama no era un teatro de lujo, pero tenía carácter, el que le habían impreso las grandes compañías que en su escenario, el más amplio después del Municipal, estrenaran muchas obras de duraderos valores. Allí tuvo sus más sonoras noches de triunfo la revista española, gracias al empuje artístico de las huestes de aquellos generales del género que se llamaban Quinto Valiere y Manuel Panela.
Las atracciones en torno al Politeama fueron muy surtidas, confirmando ese carácter portuario que suelen adquirir los barrios hoteleros y ferroviarios, incluso enclavados dentro de ciudades distantes de la costa. Complementaba perfectamente con el legendario Casino Bonzi y otros boliches del edificio, además, incluidos antiguos night clubs. Desde 1933, por ejemplo, estará instalado enfrente del teatro otro famoso centro de recreación: el cabaret Viena, en la dirección de Alameda de las Delicias 2993. Su publicidad exaltaba la proximidad del club con el Politeama, ofreciendo la mejor varieté, dos orquestas y “lindas muchachas bailarinas” desde las 22 a las cuatro horas. Y en calle Bascuñán Guerrero casi llegando a la Alameda, en tanto, estaba el Atenas, curioso restaurante y club propietado por un italiano y que fuera, en su tiempo, un sitio concurrido hasta por figuras públicas, como el propio presidente Arturo Alessandri Palma, de modo que su perfil era bastante más alto que otros boliches cercanos, al menos en sus buenos años. Demás está detallar la cantidad de otros bares, clubes, cantinas, restaurantes para nictófilos y cabarets de relativa o mala muerte que existieron en el lugar, y de los que hoy sobreviven algunos tristes ejemplos con aspecto más decadente que próspero.
Como muchos otros teatros o coliseos, además, y a pesar de ser lo último que quedaba del ambiente clásico del Portal Edwards y sus casas de chacota, los últimos días del Teatro Politeama estaban dedicados prioritariamente a la exhibición de películas, en ciertas temporadas del año. Se sabe que las proyecciones se hacían con una vieja máquina Ernemann con sello de fabricación de Zeiss Ikon. A pesar de todo, siguió en ciertas actividades teatrales, artísticas y de bailes casi hasta el final de su existencia.
Todo acabó abruptamente para el teatro el 10 de febrero de 1941, recuerda García, cuando un incendio lo dejó reducido a cenizas. Como gran parte del edificio era de madera y tabiquería, dispuesta en niveles de palcos o corrales laterales, el fuego se volvió incontrolable y arrasó al popular teatro, esfumándose del portal y del barrio. Nada quedó de su sala, platea, ni líneas de pretensiones victorianas.
La gente fantasiosa e incapaz de resignarse, hizo correr la especie de que su querido Politeama se hizo arder a sí mismo, como un suicidio, al ver la decadencia en la que había entrado el Portal Edwards con la caída de la época esplendorosa que lo proveía de abundante público. Lo cierto es que en los terrenos vacíos y calcinados se instaló, ese mismo año, el llamado Teatro Móvil, propuesta en la que tuvo participación importante Luis Valenzuela Arís, director del Teatro Nacional. A falta del Politeama, se trató de una experiencia para el consuelo, de no mucha duración.
El espacio despejado fue habilitado con cuadriláteros pugilísticos y canchas deportivas. Hacia 1948, el gobierno de Gabriel González Videla adquiere los terrenos para construir el Estadio Chile, recinto que desde los años treinta había funcionado en las primeras cuadras de calle General Bustamante, también con grandes jornadas de boxeo a fines de aquella época. Con deporte y espectáculos esta vez al aire libre, el nuevo centro fue puesto en servicios en 1952. Sólo a fines del gobierno de Eduardo Frei Montalva se edificó el estadio techado, con planos del arquitecto Mario Recordón Burnier y asistencia de Jorge Patiño, entregado al uso en 1969. Desde 2003, el Estadio Chile pasa a ser llamado Víctor Jara.
El fastuoso Portal Edwards, en tanto, el hermano mayor y tutelar del Politeama y después del Chile, fue demolido tras el daño provocado por el aciago terremoto de marzo de 1985, siendo reemplazado por el soso centro comercial que existe hoy. El callejón posterior siguió siendo llamado Politeama hasta ser rebautizado Arturo Godoy, en homenaje al gran pugilista que hizo importante fracción de su carrera en aquel estadio. Pero estas historias pertenecen ya a otros capítulos de la ciudad de Santiago y sus escenarios populares... La correspondiente al ilustre Teatro Politeama, había concluido por completo. ♣
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