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“AQUÍ ESTÁ SILVA”: LA LEYENDA DE LAS VIEJAS FONDAS

 

Detalle de "Aquí está Silva", en el cuadro de Charton de Treville.

Ernesto Charton de Treville, artista oriundo de Lyon y llegado a Chile en 1843, pinta dos años después de su arribo a estas tierras un famosísimo cuadro al óleo de temática costumbrista, obra que ha llegado a cristalizarse como un verdadero símbolo histórico de las celebraciones criollas: “18 de septiembre en el Campo de Marte”, será su título.

La detallada pintura llegó a ser la más popular y famosa de todas las escenas que se conocen sobre las Fiestas Patrias de la antigua Pampilla, en donde estará después el Parque Cousiño (hoy O’Higgins), sumándose a otras conocidas representaciones pictóricas que se hicieron del mismo lugar, partiendo por la del germano Mauricio Rugendas y, después, la que saldrá desde el atril del italiano Giovatto Molinelli. Todas ellas son representaciones de fuerte sentido popular e infaltables en los tratados sobre folclore y tradiciones patrias.

Describiendo con una mirada más ilustrada la pintura del francés, el infatigable investigador Eugenio Pereira Salas dice en sus “Estudios sobre la historia del arte en Chile Republicano”:

Henchido de autentica chilenidad dentro del volkgevit romántico, Charton interpretó las fiestas nacionales de Chile. La más auténtica es el cuadro del 18 de Septiembre (Museo del Carmen de Maipú). Se inspira esta vez en Juan Mauricio Rugendas y sigue la forma de agrupación del cuadro de La Pampilla del maestro bávaro. Es un mundo en ebullición. Desfilan por el centro las autoridades presididas por la escolta presidencial. Se distingue en el primer plano en la izquierda las familias pudientes con sus carruajes de lujo, y más arriba dan su nota pintoresca las fondas tradicionales con las renombradas enseñas de “Viva Chile”, “Aquí esta Silva”, “Se Vende Chicha Baya” o la “Horchata con Malicia”. Junto a ellas se agrupa la abigarrada concurrencia criolla: huasos en sus cabalgaduras, escenas bailables, descritas con una técnica miniaturista que le permite rellenar los espacios con comodidad. El empaste grueso guarda estrecha relación con la manera de Rugendas aunque el de Charton es más espeso y chillón.  Este sentido multitudinario de buscada confusión y algarabía contrasta con la reposada tendencia de sus cuadros urbanos.

Como se señala, entonces, en una de las “fondas” más famosas que aparece en el cuadro se ve un gran lienzo con el siguiente mensaje: “Aquí está Silva”. Es una chingana provisoria, esas de carpa y de la que “nadie sabe si su éxito se debió al letrero y al espléndido servicio que deparaba el local o bien a sus conocidas excentricidades”, según anota Hernán Eyzaguirre Lyon refiriéndose al señor Silva, en su entretenido tratado “Sabor y saber de la cocina chilena”.

Algo más se conoce del épico y a ratos enigmático personaje, precisamente al que se señala en el cartel. Este prócer de la fiesta popular era don Anselmo Silva, a veces mencionado también como Fortunato Silva. Hay evidencia concreta de esas extravagancias aludidas por Eyzaguirre Lyon, además: años después de realizado el cuadro (a resguardo aún en el museo del Templo Votivo de Maipú), hizo publicar en el diario “El Mercurio”, en 1860, un insólito mensaje que, al parecer, también habría distribuido en volantes, según lo que anota Plath en artículo de la revista “En Viaje” (“Fondas”, 1965). Decía esta de invitación con bríos de proclama pública:

El que suscribe avisa a sus favorecedores que está en San Bernardo dispuesto a cumplir una obra de misericordia de dar de comer y beber al sediento (se entiende no muy de balde). Hay comodidades para caballos y sus dueños. Hay qué dormir, pero se advierte que los que quieran ocupar piezas deberán manifestar la fe de casamiento o de lo contrario cada uno permanecerá en su puesto.

Anselmo Silva

“18 de septiembre en el Campo de Marte”, de Charton de Treville, 1843. Se observa al centro del grupo de "fondas" (en realidad, chinganas tipo carpa o de toldera) la que ostenta el lienzo con el aviso "Aquí está Silva".

"Aquí está Silva. Pasar a verme, niños", en caricatura de Fiestas Patrias publicada en revista "Sucesos", año 1905.

 

Cancionero de 1913, aproximadamente, también alusivo al famoso "Aquí está Silva" en su título y portada. Fuente imagen: sitio Biblioteca Nacional Digital.

Se cree también que Silva era un gran animador de fiestas, muy acreditado en aquel siglo por este talento. A diferencia de lo que indica la opinión general motivada por la obra del pintor francés y a pesar de sus generosas invitaciones a enfiestarse, no está tan claro que haya sido, efectivamente, el dueño o regente de las fondas que se armaban con su apellido esgrimido como ariete de diversiones. De hecho, se cree que habría trabajado tal vez como organizador de eventos, asentista de locales o incluso como catador de productos alcohólicos, por lo que tenerlo presente en un establecimiento y señalar su apellido en la presentación del mismo, era una franquicia que garantizaba al público interesado buena comida, asados abundantes, atención esmerada, música y baile en el alegre negocio. Pero, por sobre todo, aseguraba disponible la mejor bebida para los concurrentes.

Don Anselmo también realizaba otras de sus jornadas memorables entre las chinganas provisorias que se instaban por temporadas navideñas en la Alameda de las Delicias, siendo ya un veterano del rubro. Así, su nombre reaparece en una conocida lámina litográfica que publica Tornero en la sección de tipos y costumbres del “Chile ilustrado”, de 1872. Titulada “La Noche Buena en La Cañada” y hecha por Frédéric Sorrieu, es casi la misma ilustración aparecida también en la obra del viajero Paul Treutler, sobre las fiestas de la Alameda de Santiago.

A mayor abundamiento, la impropiamente llamada “fonda” que se observa en la imagen (en realidad, los puestos de temporada o ligeros que allí se instalaban), muestra como verdadero lema -más que nombre propio- el “Aquí está Silva”, ahora brillando sobre la entrada en el toldo del local, con gente bailando cueca adentro y afuera, entre los numerosos paseantes. Es la tienda más vistosa de la ilustración y está al lado de otra con el lienzo “A la chicha de Aconcagua”, abundante en detalles. También se puede apreciar en la imagen al variopinto público: damas, caballeros y niños caminado entre ambas filas de puestos, algunos comerciantes con juegos y ventas en pequeñas mesas o toldillos a los costados, todo en una hermosa escena nocturna en donde tampoco falta un borrachín en primer plano, como suelen estar también los ebrios jugosos en la vida real.

El puesto de Silva que aparece en la composición es muy sencillo, con dos grandes banderas chilenas a cada lado de la misma, como símbolos tenantes. Iluminada en su interior, se aprecia que es un local de pequeño tamaño, con un conjunto musical de mujeres y una pareja sacudiendo pañuelos en su “cancha” de baile, mientras la gente participa de su ambiente o sólo mira desde afuera.

La divisa “Aquí esta Silva” es considerada por Antonio Acevedo Hernández como una de las más memorables de la historia de la diversión chinganera y fondera nacional, expresándolo así en su “Retablo pintoresco de Chile”, obra en donde se refiere también al mito del singular personaje:

En las ramadas hubo rótulos que lograron celebridad, como aquellos de: ¡Aquí está Silva!, ¡A la chicha de Aconcagua que salta al ojo! Y el más sugestivo: ¡Aquí está la JUANITA con su HERMANITA! En realidad, el rótulo o reclamo no decía solamente “Aquí está Silva”, sino que agregaba: “el amigo de sus amigos”. Fácil es imaginárselo, gordo, colorado, muy risueño, colmado de dichos y refranes y vestido a la campesina; pero tratadistas eruditos que no definen su figura dicen que no poseía ninguna chingana ni ramada, que sus actividades consistían en su competencia para conocer los vinos, siendo el catador oficial de Santiago, un juez tremendo, imposible de engañar, y al cual los comerciantes de bebidas, por insobornable, le temían. Los sabios saben mucho, pero yo no lo concibo fuera de su negocio.

Así, el eslogan de don Anselmo llegaría a ser en extremo popular en la sociedad chilena de entonces, convirtiéndose en una especie de frase antológica y, a la vez, un seguro de calidad para el público, usada hasta como refrán o adagio.

Lámina litográfica con la "fonda" de temporada en la Alameda, que lleva por nombre "Aquí está Silva". Publicada por R. S. Tornero en “Chile ilustrado”, 1872. Imagen basada en la ilustración "La Noche Buena en La Cañada” de Paul Treutler, en 1860.

Acercamiento al detalle de "Aquí está Silva".

Antigua postal de la casa editora de Carlos Brandt, en Santiago, mostrando ilustración de una ramada rural de aspecto clásico. Atrás en el muro, se lee "Aquí está Silva, el amigo de sus amigos". Según una pequeña nota de la revista "El Peneca" de 30 de enero de 1911, la ramada cuequera retratada era la fonda original de don Anselmo Silva.

Tanto fue así que, como recuerda el veterano del 79,  J. Arturo Olid Araya, los soldados chilenos tenían presente el eslogan en los propios teatros del combate, dejando testimonio de esto en sus “Crónicas de guerra”. Había sucedido que, después de la primera etapa del enfrentamiento que iba a ser recordado como la trágica Batalla de Tarapacá, hubo una engañosa pausa a mitad de la lucha, durante la cual los soldados bajaron al fondo de la quebrada para cortar brevas y cocinar cazuelas con gallinas atrapadas en el lugar, charlando en el descanso alrededor de una fogata y calmando su sed de agua fresca. Entonces, algunos de los chilenos en aquel momento de relajo -los más “chuscos”, enfatiza Olid- habían fabricado un cartel que colocaron sobre un tronco, con la siguiente leyenda: “Aquí está Silva. Pasar a verme, que aquí estoy viviendo”… Fue la nota graciosa y relajada de esa sangrienta jornada de la historia militar chilena, que estaba por recomenzar y dejar una gran pérdida de heroicas vidas justo al final de la ocupación de Tarapacá, aquel día 27 de noviembre de 1879.

La tan consolidada fama de Silva entre los estratos populares perduró más allá de la existencia de los boliches que clamaron su apellido y su presencia, invitando al público. La fonda con su nombre aún estaba cada septiembre en el Parque Cousiño, a inicios del siglo XX. A decir verdad, Silva trascendió incluso a su propia existencia en el mundo de los vivos, constelándose después en el mito y en el folclore. Hacia 1913, por ejemplo, se publicó desde la Imprenta Popular de calle Cóndor 1055, un curioso folleto con letras de cuecas, zarzuelas, tonadas y otros estilos titulado “El Cancionero: aquí está Silva niños”, de propiedad y dirección de don Juan A. Peralta, con poco más de 30 páginas. En la tapa del mismo documento, en un sencillo dibujo (con más buenas intenciones que capacidad artística), aparecía una fonda con el célebre emblema de la presencia Silva sobre su entrada y con unos personajes enfrente bailando cueca, al lado de los infaltables músicos chinganeros.

Y todavía en los locos años treinta, llevando tanto tiempo fallecido ya don Anselmo, el actor cómico Oscar Castro se presentaba en teatros y clubes del país con una obra titulada “Aquí está Silva”, nombre que evocaba a las desaparecidas fondas que lo ostentaron. “¡Aquí está Silva! es ahora un blasón, un pendón de buena chicha, rico chacolí y buena atención”, diría Plath ya en los sesenta, dejando cuenta de cuánto más se prolongó su vigencia. Augusto D’Halmar también menciona al mítico héroe de las fiestas, en sus “Recuerdos olvidados”.

No acaba ahí la historia de don Anselmo y su leyenda, sin embargo: la tumba del apreciado máximo pontífice de las tardes y las noches de alegría popular del siglo XIX, ubicada en el cementerio de San Bernardo, tenía la misma inscripción de esas chinganas y fondas de antaño que estaban bajo su patronato tutelar. Es decir: “Aquí está Silva”… Pero algún anónimo chistoso había agregado abajo, en la cripta: “Pasad a verlo”, completando así su última broma de humor negro y oportuno.

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