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UNA DESVENTURADA CHICA DEL CRILLÓN

Publicidad del filme. Fuente imagen: Cine Chile.

Joaquín Edwards Bello, buen conocedor del Hotel Crillón, de su vecina Librería Salvat y de los boliches bohemios de aquella céntrica cuadra de calle Ahumada, escribió su conocida novela “La chica del Crillón” en 1934. Un mito dice que la redactó dentro del mismo hotel. Cuando fue lanzada en el verano de 1935 por la editorial Ercilla (que por entonces tenía sus cuarteles en Monjitas 454), la primera de muchísimas ediciones, la publicidad impresa la anunció como la “sensacional novela santiaguina por Joaquín Edwards Bello”, disponible en todas las librerías y puestos de periódicos.

Básicamente, la obra trata sobre el diario vivir de Teresa Iturrigorriaga, una muchacha de familia aristocrática venida a menos quien mantiene una curiosa relación con el hotel, a veces por refugio, a veces por subsistencia, mudándose del barrio de mansiones de calle Dieciocho a uno de conventillos y cités en calle Romero, luego de caer en la ruina su padre. Según comentó alguna vez Luis Sánchez Latorre, esta protagonista era el propio Edwards Bello pero “con faldas”.

Aunque provocó escándalo y controversia, “La chica del Crillón” ha sido una de las obras más consultadas para elaborar retratos sociales de la época. Así, a pesar de las fuertes críticas y de coquetear con una narración casi tragicómica, la novela se convirtió prácticamente en una obra de culto dentro de la literatura chilena, pues las reflexiones y los croquis sociales que elabora el autor por la vía del personaje en el desarrollo de la narración se presentan casi como un examen de la época, aunque se las haya juzgado como forzadas o artificiales, en ciertos casos.

“La chica del Crillón” está a la altura de “El Roto” en las novelas cumbres de Edwards Bello. Sus muchas posteriores ediciones, pasando por otras casas como Zig-Zag, permitieron al autor una larga pausa creativa antes de publicar sus siguientes libros. Refiriéndose a su propia obra en el diario “La Nación” (“Consejos al joven que desearía ser escritor”, 1935), decía también Edwards Bello:

Reiteradamente me han reprochado que La Chica del Crillón es falsa; que yo no estuve nunca en el Crillón; que soy de otra época. Es verdad. Pero por otro lado, creen descubrir a gente viva, y esto proviene de que el ambiente es chileno. En efecto, la Chica del Crillón es falsa, esto quiere decir: es más interesante, infinitamente más generosa y valiente que las mujeres reales: es una ficción. Es una pesadilla chilena, y  a veces un sueño de verano. De la realidad no sale todavía algo tan macizo y humano como Teresa Iturrigorriaga. Ella es mitad sueño, mitad carne.

Vino a suceder entonces que, con el buen impulso de la obra aún andando, el caricaturista y escritor Jorge Coke Délano se interesó en sacar adelante la versión fílmica de “La chica del Crillón”, consiguiendo los derechos y poniendo en marcha sus ambiciosos planes. Fue el proyecto fílmico más ambicioso de su tiempo.

Ayudado por un joven Patricio Kaulen, Délano había levantado un estudio en calle Santa Elena, en donde estableció rodó varias escenas montando un set semejante al hotel real, muy bien logrado según anticipaba Sergio Zamudio en la revista “Ecran” (“Santiago, ciudad de cartón”, 1941). Aprovechando un festival musical de Los Cuatro Huasos en el Teatro Cervantes de Santiago y decidido a captar la atención del público, además, Coke presentó en el escenario a la que iba a ser la protagonista del filme, tan poco tiempo después de haber estrenado también su rodaje “Escándalo”, con resultados favorables.

 

Edificio del Hotel Crillón hacia 1920-1930, en "Santiago 1900", publicación del Museo Histórico Nacional.

Portada del libro de Edwards Bello, inspirador de la película homónima. Fuente: Memoria Chilena.

Set de grabación de "La Chica del Crillón", reproduciendo el aspecto de los salones del hotel real. Imagen publicada en revista "Ecran" N° 533 de 1941.

Aunque por problemas técnicos y lumínicos no pudo hacer demasiado en el hotel, a Délano se le facilitaron espacios, mesas, vajilla y algunos garzones para grabar en horas de la madrugada. También montó un falso gran baile. Además del director y la protagonista Beverle Bush, actuaron Marcelo Montero, Poncho Merlet, Conchita Buxón, Blanca Arce, Elena Puelma, Eliana Méndez y Fernando Setier, entre otros. La prensa de espectáculos estuvo atenta al proyecto y daba pequeños anticipos en los meses previos, alimentando la mucha expectación.

“La chica del Crillón” fue estrenada hacia mediados de 1941 en los cines de los teatros Cervantes, Central, Santa Lucía y Continental, calificada como sólo para mayores. Sin embargo, a pesar del intento de ser suaves por parte de críticos como Carlos Vattier, Raúl Silva Castro y el anónimo de “Ecran”, tuvo mala recepción y los resultados fueron decepcionantes. Con diplomacia, se criticó el sentido del humor de Délano y la poca calidad del libreto. También se juzgaron de mal gusto detalles como una escena que delataba falta de higiene del personaje protagónico.

Para peor, Edwards Bello había querido desentenderse de su parte cuando el filme estaba prácticamente terminado. Se lanzó en picada contra la recién estrenada obra, esperando que su nombre no apareciera en ella, y hasta negó que había autorizado algunas licencias tomadas por Coke, cosa que fue desmentida después en los medios de comunicación, con pruebas concluyentes.

A mayor abundamiento, “Ecran” publicó un artículo (“Joaquín Edwards Bello se contradice…”, 1941) en donde refutaba al escritor con la reproducción de documentos con su firma:

Cuando un repórter de “ECRAN” se acercó a entrevistar a Joaquín Edwards Bello, este lo recibió desdeñosamente, diciéndole que él nada tenía que ver con la película, salvo el haber cedido los derechos del título y el argumento. Agregó que Coke no lo había ni siquiera invitado a ver la filmación de la cinta. Sin embargo, al día subsiguiente publicaba en “La Nación” un artículo, en el cual declaraba que, a pesar de las invitaciones de Coke, no había él querido acercarse a los estudios…, por considerar a Jorge Délano lo suficientemente hábil para realizar por sí solo el film. He aquí ya una contradicción.

Estrenada la cinta, publica Joaquín Edwards una nueva crónica, afirmando que le parece impropio que Coke aprovechara un episodio de mal gusto e hiciera girar el film en torno de tan desagradable incidente. Asegura, además, que el director y promotor, Coke, “arregló y aderezó a su manera (el argumento) sin siquiera tomar en consideración mis pareceres”. Si nos atenemos a esto, resulta que Coke apartó a Joaquín Edwards de la tutela artística de la película. Sabemos, sin embargo, que Joaquín Edwards Bello recibió doble suma de la estipulada, no sólo por los derechos de su argumento, sino a condición de colaborar y supervigilar los diálogos y el encuentra total del film.

Informa el texto que Délano invitó varias veces a Edwards Bello para que asistiera a los estudios, cosa que nunca hizo. Se comentan y publican las cartas escritas por el propio literato al director, con su firma, refiriéndose a la necesidad de hacer pronto un contrato y poniéndose bajo sus órdenes para estudiar el guión:

Por último, los episodios de mal gusto, que le parecen condenable en la película, fueron explicados por Edwards Bello a Coke como absolutamente verídicos. Tenemos en nuestro poder cartas de Joaquín Edwards, escritas y firmadas por su propio puño y letra, en las cuales todo cuanto hemos referido con respecto a sus contradicciones queda manifiesto visiblemente. Las ofrecemos a nuestros lectores sin comentario alguno.

Fotografías del rodaje, en la escena de un gran baile. Aparecen en la imagen los actores Marcelo Montero, Beverle Busch (la protagonista), Lala Calderón Concha y Mario Gaete. Publicada en "Ecran" N° 533 de 1941.

Otro aviso publicitario de "La Chica del Crillón". Fuente imagen: sitio Film Affinity.

Fragmentos de las cartas de Edwards Bello a Coke Délano, autorizándolo a algunas libertades para con el filme "La Chica del Crillón", que él después negó. Publicadas en revista "Ecran" N° 549 de 1941.

Así, a pesar de que ahora reclamaba contra la crudeza de algunas escenas, Edwards Bello había escrito a mano para Coke: “Es preciso recalcar la crueldad social, las fiestas de aquí, las señoras snobs”. Incluso llega a afirmar en un momento: “Haz lo que quieras desde luego con La Chica, ¡se presta a mucho juego escénico! No objetaré nada, la cuestión es que se haga”.

Superada por la polémica y la crítica, la película de Coke terminó oculta casi como una vergüenza y, según se cree, los rollos terminaron siendo vendidos por un bodeguero de Chile Films a un fabricante de peinetas para que reciclara el material. Esto habría sucedido con otras películas de Délano y con varios directores, en la difícil historia de la cinematografía chilena, con filmes que terminaron convertidos en peines, botones y hasta esmaltes de uñas.

La talentosa Beverle, por su parte, que incluso había anunciado nuevos proyectos y un matrimonio no bien terminara el rodaje del filme, nunca pudo capitalizar profesionalmente el impulso dado a su nombre por aquella experiencia. Acabó perdiéndose en la indiferencia del ambiente y no participando más de otra obra cinematográfica, siendo difícil en nuestros días el poder dar con información sobre sus actividades posteriores.

Paradójicamente, mientras la película caída en el olvido, el libro de Edwards Bello continuaba acumulando ediciones, una tras otra, confirmando su éxito. Superó incluso a la existencia física de su autor, quien puso fin a su vida con un revólver el 19 de febrero de 1968, incapaz de soportar las depresiones y los malestares progresivos de la hemiplejia que lo afectaba. Esto sucedió justo cuando Alfonso Calderón ya había comenzado la monumental tarea de recopilar y publicar la inmensa y valiosa obra del  autor porteño.

Curiosamente, en 1999 se intentó una nueva versión fílmica de “La chica del Crillón”, esta vez dirigida por Alberto Daiber y distribuida por Televisión Nacional de Chile. A pesar de que era protagonizada por actores jóvenes en boga en aquellos días, más algunos consagrados como Héctor Noguera y Defina Guzmán, la maldición del Crillón volvió a caer encima de su nombre: el filme pasó sin mucha notoriedad, quedando reducido a sólo una curiosidad más del rubro.

La pobre Chica del Crillón, entonces, jamás pudo conseguir en la pantalla plateada el mismo éxito que logró en las páginas impresas.

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