El Olympia en revista "Zig-Zag" de septiembre de 1914.
Cuando recién había pasado el Centenario Nacional, la calle Huérfanos destacaba en Santiago por tener una oferta tremenda de recreación casi a cada paso, cual Alameda de las Delicias “chica”. Desde muy cerca de aquella época, el café Olympia pasó a ser una de sus principales atracciones, ocupando la dirección 1043-1045 hacia la mitad de la cuadra entre Bandera y Ahumada.
Para esbozar una referencia tomada del aspecto actual de aquellas manzanas, el conocido centro de encuentro santiaguino se situaba por donde estará, desde 1947, la entrada del actual Pasaje Agustín Edwards, más o menos: una ubicación privilegiada para los buscadores de diversión dentro del centro capitalino y que se caracterizaba, entre muchas otras cosas, por tener una gran cantidad de salones de té, cafés y confiterías en las mismas cuadras.
El Olympia parece haber sido uno de los primeros establecimientos de su tipo en la capital y de los centros comerciales pioneros en plantearse como biógrafos en Chile. A diferencia del Olympia, muchos otros biógrafos eran solo teatros o salas de reuniones adaptadas a las funciones ocasionales de cine, después de la primera proyección realizada en el país dentro del Teatro Unión Central de Ahumada, en 1896, a cuadra y media de donde se ubicó este local. El Olympia, en cambio, era biógrafo, restaurante, pastelería, bar, salón de juegos y casi todo lo que el cliente quisiera para quedarse un día completo, si alcanzaban disponibilidades y bolsillos.
El local fue abierto de la mano de una firma dirigida por un señor de apellido Fiscazcaux o Discazeaux (varía según la fuente), ocupando el antiguo local que había pertenecido antes a la Casa Prá, famosa tienda comercial de esos años, y a la Sociedad Imprenta y Litografía Universo, que había cambiado recientemente sus cuarteles a la vieja Galería Alessandri.
Uno de los primeros avisos publicitarios para el Olympia, en revista "Sucesos" de 1913.
Sala de palitroques del Olympia en 1913. Imagen publicada por revista "Zig-Zag".
Publicidad para el Olympia en la revista "Zig-Zag", año 1914.
Imágenes del interior del establecimiento, otra vez en revista "Zig-Zag", año 1914.
Fiesta de la colonia franca en el restaurante del Olympia, en el aniversario de la Revolución Francesa. Imagen publicada por la revista "Zig-Zag" en julio de 1914.
La revista "Zig-Zag" describía de la siguiente manera al flamante establecimiento, en septiembre de 1913:
Se ha instalado últimamente en pleno centro comercial -calle de Huérfanos, entre Ahumada y Bandera- un espléndido establecimiento de bar que llena las comodidades para el gusto más delicado.
El "Olympia" pertenece a una sociedad extranjera que cuenta con grandes capitales y es dirigido por el competente industrial don Enrique Fiscazcaux.
El "Olympia" ocupa un edificio elegantísimo, de una construcción absolutamente moderna y cuenta con una espléndida sala de billares y otra especial en el subterráneo, bien ventilada y cómoda, para el juego de palitroque.
Tiene asimismo otro departamento para juego de ajedrez, dominó y damas.
Se instalarán, entre otras novedades, una "travesía" al gran estilo europeo y un "grill room".
Además habrá un correcto servicio de restaurant a la carta que presentará con precios moderados una cocina de primer orden.
Para el año siguiente, la mencionada revista mostraba ahora los elegantes espacios dentro del establecimiento, con bar americano, seis canchas de palitroques (juego popular en esos años) y sus diez mesas de billar. Sin duda, era uno de los locales más sofisticados del centro de Santiago en aquellos días, y por eso se presentaba como "reunión de la aristocracia", en 1915, cuando ya había corregido su nombre a las nuevas normas ortográficas: Olimpia, si bien continuó a apareciendo a veces con la grafía antigua.
Se presentaba también como café, confitería y pastelería francesa. Incluso abrió una fábrica y local de ventas anexas de pasteles en calle Zañartu, actual Aillavilú, aunque siendo puesta a la venta en 1928 junto al local principal de Huérfanos por la firma capitana, la Autonell & Bosch. Su venta de finos alcoholes, en tanto, incluía vinos con el nombre del local, y ambrosías llamadas málaga oscuro, fino oloroso, manzanilla y otras delicadezas. Contaba con una amplia bodega propia para vinos y licores, de hecho.
El Olympia, patisserie française como se definía a veces en su publicidad, tenía las sesiones de biógrafo en la hora del té, durante las tardes llamadas ampulosamente como las five o’clock tea. Era el momento de cada jornada que muchos esperaban, ya que había conciertos y se exhibían películas italianas de tono más familiar, desde las 15:30 hasta las 19:30 horas.
Los amplios espacios interiores del Olympia, en fotografías publicadas por la revista "Zig-Zag" en 1914.
Otra imagen del enorme enorme bar inglés del Olympia, publicada también por "Zig-Zag" en 1914.
Publicidad para el Olympia, en revista "Cine Gaceta" de octubre de 1915.
Imágenes interiores del Olympia, publicadas por la revista "Sucesos" en 1915.
Más calugas publicitarias en la revista "Cine Gaceta", durante 1915. Se advierte el sentido refinado que el local quería imprimir como atracción para el público.
El otro horario del local era nocturno, de 21:30 a 23:30, más apropiado a los corazones bohemios que se quedaban esperando la medianoche y disfrutando con la función adulta, pues el local permanecía abierto hasta después del horario de salida de los teatros. La orquesta tocaba a diario hasta las 12 de la noche. Los domingos y festivos, en cambio, había una “gran matinée infantil con vistas especiales”, como se señalaba en sus anuncios.
Además de biógrafo, el Olympia era reconocido por su estupendo restaurante con cocinas a la vista, de las que salían comidas frías y calientes para los comensales, contando con su novedoso grill room que fue especialmente atractivo para el público. Mantuvo siempre el salón de billar y la cancha de palitroques, de acuerdo a lo que revelan fuentes como la guía “Turismo en Chile” de Fernando Valdivieso. La publicidad insistía en que era “la preferida por la alta sociedad”.
Otra característica valorada del establecimiento era el encontrarse enfrente del concurrido Teatro Royal, después llamado Splendid, cruzando la calle: el mismo lugar en donde debutaría en Chile, no mucho después, un joven Carlos Gardel en 1917. Esta proximidad entre ambos centros recreativos fue relevante en lo referido al público que compartían, tanto por aquellos días como en décadas posteriores. Como consecuencia de esto, hasta su bar y café iban muchos periodistas, intelectuales y jóvenes artistas de la época, entre los que destacaron Jorge Coke Délano, Pedro Sienna, Armando Mook, el poeta colombiano Claudio de Alas y el futuro cronista de espectáculos Osvaldo Rakatán Muñoz.
La atracción del Olympia logró extenderse más allá del período neoclásico de la ciudad de Santiago, renovando su oferta y sus encantos conforme fuera necesario a lo largo del tiempo. Así, en la mitad de los años veinte, se presentaban en él interpretaciones en vivo y proyecciones de fotodramas, probables ancestros de las fotonovelas. Dada su popularidad, seguía siendo frecuentado por aventureros de todo Santiago y también por viajeros.
Gracias a la permanente implementación y mejoramientos del local, además, en su momento podía pavonearse de seguir siendo uno de los más importantes salones de recreación capitalinos en la primera mitad del siglo XX. Fue un lugar de gran reputación ciudadana, entonces; muy refinado, con música de maestro al piano en el día y los bailables durante las noches. Innumerables reuniones sociales y gremiales se realizaban aprovechando las comodidades del recinto. Oreste Plath, otro de sus clientes intelectuales más frecuentes, le dedicó al café y biógrafo unas líneas en “El Santiago que se Fue”:
En la calle Huérfanos abría sus puertas un salón con una gran pista de baile. Tenía un horario en la tarde y en la noche, hasta la madrugada. Otra novedad que ofrecía a la hora del té era la proyección de películas mudas; fue el primer café con biógrafo (hoy cine), en que se exhibían las Aventuras de Saturnino Farandolas o de Maciste, de la industria italiana.
Actuaban Luis Aguirre Pinto, violinista y compositor, Nino Lardy, cantante de tangos, cuyo nombre de pila era Orlando Menieri Molina, hijo de argentina y chileno. Se inició como cantante de tangos en 1930. Vivió años en la Argentina y México. Formó orquestas típicas. De su repertorio se destacan Cuartito Azul, Casas viejas, El día que me quieras, Cobardías, Nostalgias, La Canción del linyera. Nino Lardy, sus últimos años los pasó ciego, tenían que acompañarlo en su andar, falleció el 3 de agosto de 1985.
El 19 de enero de 1928, se realizó en el Olympia una comida de homenaje al pintor, cantante y dramaturgo nacional Lautaro García, organizada por sus amigos con motivo de haber sido nombrado Director General de Educación Artística. Sin embargo, para el año siguiente estamos ya en el período en que desaparece de las guías el antiguo edificio que lo albergaba en su zócalo, por lo que el café debe cambiarse hasta Huérfanos 845.
El establecimiento en avisos de la revista "Sucesos", año 1915.
Aviso de la revista "Sucesos" para el Olympia, diciembre de 1915.
Publicidad para el establecimiento en la revista "Pacífico Magazine" de julio de 1917.
Calle Ahumada hacia 1920. Imagen del Centro de Documentación Iconográfica del Museo Histórico Nacional. Publicada en Memoria Chilena, Colecciones de la Biblioteca Nacional de Chile.
En los treinta, la empresa estaba ya al alero de calidad proveedora del empresario de pastelerías y confiterías Miguel Ramis Clar, remontadas a fines del siglo XIX. Él era dueño también de otros conocidos bares y fuentes de soda como La Isleña de Alameda 835, El Negro Bueno de Alameda 1033-1035 y el restaurante Santiago de Huérfanos 1111.
La llegada del cine sonoro no amilanó las funciones del Olympia, que continuó aferrado a la época más romántica y silenciosa del cine europeo, complaciendo al público conservador o reacio a la nueva tecnología que hacía furor en todas las demás salas y que fue desplazando no solo a las películas mudas y a los músicos de los teatros, sino también a varias representaciones escénicas, musicales y teatrales, amenazando a la actividad, de hecho.
Los durísimos años treinta iban a ser particularmente difíciles para el medio de la recreación, al tener que enfrentar la necesidad de renovarse en plena crisis económica de la Gran Depresión y con las carencias que había arrastrado desde sus inicios la debilitada industria nacional de la cinema. El famoso biógrafo de Huérfanos también sentiría parte de los efectos, como muchos otros negocios de su tipo.
Así pues, la época romántica y encantadora del Olympia se había quedado en las primeras décadas del siglo, en los estertores de la época victoriana de la diversión chilena. Por esto, los años que siguieron fueron solo de lucha por la continuidad en un ecosistema comercial cada vez más difícil y saturado. En la cartilla de temporadas de 1939 del Teatro Municipal, también encontramos publicidad para el entonces llamado Salón Olympia, anunciando que acababa de ser reformado y que “a la salida de los teatros tendrá bailable y variedades”, con artistas de la radio nacional. Su dirección regresó a la cuadra anterior, en Huérfanos 1043.
A pesar de tener cada vez más factores en contra, por varios años este clásico se resistió a abandonar sus orígenes y siguió ofreciendo proyecciones de las más viejas películas dirigidas a los amantes del séptimo arte, fuera de sus atracciones cocteleras y culinarias. La implacable alianza de tiempo y progreso tecnológico se encargó de hacerlo desaparecer en las carteleras de espectáculos y de los periódicos. ♣
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