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EL HUMOR GRÁFICO Y LA SÁTIRA POLÍTICA EN LA REPÚBLICA

“El Cóndor”, caricatura satírica del personaje para el periódico homónimo, en 1863. Tomado del estudio de tesis “Breve historia de la narrativa gráfica chilena” de Jorge Eduardo Monsalves Rabanal.

El punto de partida de la caricatura chilena se enreda con el de la sátira política. Comienza en los tiempos de la lucha por la Independencia, cuanto menos. El más conocido dibujo del período es uno ridiculizando a la Logia Lautaro en plenas guerras patrióticas, distribuido como panfleto en las orillas del río de La Plata ya hacia 1820, y al parecer también en Perú. Este tema ha sido tratado, entre otros, por autores como Jorge Pérez Cartes, Ricardo Donoso, Jorge Montealegre y Jorge Eduardo Monsalves Rabanal.

En términos generales, la caricatura política chilena comenzó a establecerse como género hacia mediados del mismo siglo, siendo algunos de sus iniciadores maestros como Miguel Antonio Smith Irisarri y Juan Rafael Allende, más conocido en su momento como El Pequén. Pasada ya la época de los folletos manuscritos hechos por editorialistas como Manuel de Salas, al estilo de “La Linterna Mágica” o “Titilimundi” en pleno proceso de Independencia, los periódicos y revistas que pusieron en marcha el oficio durante la generación de las prensas fueron “El Padre Padilla”, “El Correo Literario” y, más tarde, la “La Linterna del Diablo”. A juicio de Pérez Cartes, en artículo de la “Revista de la Universidad de Chile” (“Pequeña historia de la historieta”, 1977), los primeros dibujos con estas temáticas aparecidos en suelo chileno y ya en formato impreso, fueron de los periódicos “Viva La Patria” y “El Patriota Chileno”, publicados en 1821 y 1826, respectivamente.

La característica común de todos aquellos medios ilustrados, en general, era que dirigían sus incisivas críticas y burlas -en diferentes tonos- hacia las clases gobernantes, a la Iglesia y a los políticos de aquellos años, frecuentemente con gran desenvoltura y temeridad.

A la sazón, además, la prensa satírica operaría como una forma de expresión que conjugaba el lenguaje textual y visual, ya que es durante el siglo XIX cuando se desarrolla este modo al alero de los avatares políticos y como resultado de la modernización de la industria de la imprenta, reflejando en las gráficas esos estados de desarrollo técnico. Fue así que la ilustración sería vez más protagónica en el humor del período.

La primera edición del mítico medio “El Correo Literario”, salida a la venta el 18 de julio de 1858, declaraba en su editorial que “el objeto de la caricatura es corregir las costumbres y los defectos, es satirizar, poner en ridículo si se quiere, algo que se manifiesta ridículo para procurar su corrección”. La misma filosofía con la que actuaban los pioneros de la pluma burlona tiempos de Independencia, sin lugar a dudas. Demostrando su punto, además, Smith Irisarri se dibujaba a sí mismo allí: alto, flaco, narigudo y sosteniendo una pluma y un pincel gigantes, sobre la frase “Un artista comm’il faut”.

Poco después, en el segundo número del medio, el mismo autor ilustraba ahora a los prominentes liberales Eusebio Lillo y Guillermo Matta en una curiosa escena. Matta aparecía en ella sentado con una lira, sombrero de copa y un texto: “¡¡¡¡¡¡Sombras, búhos, fantasmas, maldiciones / Dad un tono de horror a mis canciones!!!!!!”. Mientras tanto, su amigo Lillo levanta unas ramas con el siguiente pie de imagen:

¡¡¡DIVINA POESÍA!!!
Yo que canté las flores algún día
Al grato ardor de tus celestes llamas
Me quedé con las hojas y las ramas.

Según Luisa Ulibarri en “Caricaturas de ayer y hoy”, Smith Irisarri debe ser considerado el auténtico primer caricaturista o humorista gráfico profesional de Chile, seguido de su amigo y colega Benito Basterrica. Este destacó también en “El Correo Literario” tras alejarse el primero, y después pasó por la prensa satírica de varios medios posteriores.

Primera caricatura chilena, hacia 1818: O'Higgins representado como un asno, es montado por un San Martín bebedor de aguardiente y con el libro "Acuerdos de la Logia" al cinto. Les acompañan los demás Lautarinos, que arrastran a los "pueblos de Chile" hacia la perdición. Aunque se adjudica la autoría de esta imagen a don José Miguel Carrera, otras versiones dicen que circuló en Perú durante los preparativos de la Expedición Libertadora.

Segundo número de "El Correo Literario", hacia 1858, donde Antonio Smith ha dibujado a Eusebio Lillo y Guillermo Matta. Lillo levanta una ramas con el siguiente pie: "¡¡¡DIVINA POESÍA!!! / Yo que canté las flores algún día / Al grato ardor de tus celestes llamas / Me quedé con las hojas y las ramas". Matta, en cambio, aparece sentado con una lira, sombrero de copa y el texto que le acompaña dice, abajo: "¡¡¡¡¡¡Sombras, búhos, fantasmas, maldiciones / Dad un tono de horror a mis canciones!!!!!!".

Caricatura anticlerical de "La Linterna del Diablo", hacia 1870. Museo Histórico Nacional.

Cabe añadir que importantes artistas gráficos de la época siguiente se fueron sumando a la creciente tendencia de la caricatura y el humor de viñetas, corriente dejada por aquellos pioneros, como sucedería con el pintor Alfredo Valenzuela Puelma y el ilustrador histórico Luis F. Rojas, este último con una larga carrera que le permitió también su longevidad.

Tras haber sido clausurado “El Correo Literario”, como consecuencia de las medidas tomadas tras la revolución de 1858, se crea el periódico “El Cóndor” dirigido por Manuel Blanco Cuartín. En esta gaceta aparecía un cóndor humanizado que anticipó por mucho a Copuchita, caricatura animada de la dupla Escudero y Trupp (1941), y a Condorito en la tira de Pepo (1949). Considerado el primer personaje chileno de historietas en algunas opiniones, su sentido de existencia fue más bien editorial, sin embargo. Era representado con características de hombre de pueblo, incluyendo el gorrito bonete otras las prendas propias de los rotos de antaño. “El Cóndor” expresaba ácidas críticas a situaciones de contexto noticioso, aunque su revista sólo alcanzó a durar ocho números.

Hacia 1863, en el gobierno de don José Joaquín Pérez, la caricatura política da un gran paso adelante al recuperar libertades y recepción popular. Reaparece así “El Correo Literario” en el año siguiente. Este, junto a otros medios exaltados de entonces, será protagonista de la propaganda contra la corona española durante la guerra contra la flota hispana de 1865-1866, tras la ocupación de las islas peruanas Chincha y la precipitada declaración bélica chilena, con mucho de actitud alcahueta, debe reconocerse. Groseras, en muchos casos, sus mensajes fomentaban la peregrina idea de que España estaba en una cruzada de reconquista, ilusoria base del sentimiento motivador de tanta belicosidad. Esta afrenta a la Madre Patria, sin embargo, supo ser  vengada por la flota no sólo con el criminal e infame bombardeo de Valparaíso, sino con algunos de los tiros apuntados específicamente hacia el edificio en donde estaba la imprenta del periódico “El San Martín”, uno de los principales instigadores de la animosidad popular y política en el conflicto.

Se suma a aquella generación pionera la “Lira Popular”, a partir de 1866 según se ha dicho, con caricaturas y textos en décimas, aunque su parte gráfica solía ser sólo de apoyo o complemento, no protagónica. Los ejemplares se producían como grabados y muchos de sus ilustradores y verseros estuvieron relacionados con el ambiente bohemio popular de Mapocho, La Chimba y el puerto de Valparaíso.

En el año siguiente, debutan: “El Pueblo”, muy anticlerical, aunque sólo a veces incluía caricaturas de Clodomiro Guzmán; “El Charivari”, con Luis Rodríguez Velasco atacando especialmente a la Iglesia y con un personaje corporativo tipo bufón o arlequín; y “La Linterna del Diablo”, que contó con Fanor Velasco en su equipo y cuyo nombre aludía a las linternas mágicas, proyectoras estáticas primitivas usadas en el teatro de ilusiones. Después, llegan revistas de humor como “Almanaque Divertido Ilustrado”, “El Ferrocarrilito”, “El Mefistófeles”, “José Peluca”, “La Campana” y “El Diógenes”. El primer personaje femenino de estas artes aparece en “El Corsario”: La Penca, así llamada por ir siempre armada de este temido instrumento para azotes (de ahí expresiones como “andar penqueado” o “dar un pencazo”), castigando con él a personalidades públicas y hombres notables.

Desde entonces y hasta los albores el Centenario, el humor político en sus expresiones editoriales y gráficas es conducido ahora por medios con títulos como “Pedro Urdemales”, “Poncio Pilatos”, “El Arzobispo”, “El Tinterillo”, “El General Pililo”, “El Sacristán”, “Don Mariano” y “El Pedromón”. Entre los principales de ellos estuvo “El Padre Cobos”, mítica gaceta fundada en 1875 por Allende y su amigo Buenaventura Morán. Y observa Monsalves Rabanal en su tesis “Breve historia de la narrativa gráfica chilena” (Universidad de Concepción, 2017) que, durante ese mismo año, en Valparaíso se publicó “El Chicote” de Julio Chaigneau, quizá el único que apoyaba la frustrada candidatura presidencial de Vicuña Mackenna, pues los otros medios del género no ocultaron su desprecio hacia el conspicuo intelectual.

Caricatura del artista y maestro Alfredo Valenzuela Puelma, mostrando el saqueo de Concepción del 29 de agosto de 1891, durante la Guerra Civil. Legado testamentario Germán Vergara Donoso.

"Visita al pesebre", ilustración de la "Lira Popular", fines del siglo XIX. (Fuente: "Aunque no soy literaria : Rosa Araneda en la poesía popular del siglo XIX" de Micaela Navarrete).

Primera portada del "Corre Vuela", 1° de enero de 1908. Caricatura de Julio Bozo Valenzuela, alias Moustache, en donde dos reyes magos aparecen esperando en la calle al tercero: "Van los Reyes Magos con júbilo inmenso / llenos de cariño/ a ofrecer tributos de mirra e incienso / al sagrado niño. / Pero uno ha faltado; porque lo han partido / casi medio a medio. / Anda en busca de oro y eso no se encuentra / ni para remedio".

Las pasiones que condujeron a la Guerra Civil de 1891 también se reflejarán en las líneas editoriales de cada pasquín, por supuesto, alentando mucho las animosidades que escaldaron la sociedad en aquel conflicto; tanto así, que merecen un capítulo propio en este estudio.

Ya en el último período del siglo, en el transicional a la nueva centuria, sobresalieron caricaturistas como Santiago Pulgar, quien firmaba Perengano en la revista “La Comedia Humana”. Una imagen icónica suya en la época fue la titulada “Pedro Montt al piano”, de 1906. Otro virtuoso y contemporáneo fue Julio Bozo Valenzuela, con su alias Moustache, quien fuera también el autor de la primera tapa de la revista santiaguina “Corre Vuela”, del 1° de enero de 1908, en donde dos Reyes Magos aparecían esperando en la calle al tercero, confundidos y con el siguiente pie:

Van los Reyes Magos con júbilo inmenso
llenos de cariño
a ofrecer tributos de mirra e incienso
al sagrado niño.

Pero uno ha faltado; porque lo han partido
casi medio a medio.
Anda en busca de oro y eso no se encuentra
ni para remedio.

Finalmente, el lanzamiento de “El Diario Ilustrado” en ese mismo trecho a inicios del siglo XX, se constituiría como otro gran impulso para la caricatura profesional, al valerse de varios ilustradores experimentados e importantes de la historia del gremio para llenar las ediciones de sus páginas: Juan Francisco González Ramírez, que firma Huelén; el multifacético Jorge Délano Frederick, que firma Coke; y el gran Pedro Subercaseaux, que firma Lustig. Este último es considerado, también, como el creador del primer personaje popular de la caricatura chilena con tiras de entrega periódica: Von Pilsener, siempre con su fiel perro Dudelsackpfeifergeselle.

Ya eran todos ellos, sin embargo, exponentes de una generación chilena consolidada en la caricatura moderna de orientación crítica, ya sea política o socialmente hablando, construyendo su historia sobre los antecedentes de precursores y pioneros como los que acá se han revisado.

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