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"COCOROCÓ": LA CANCIÓN DE HOMENAJE AL GALLITO DE LA PASIÓN

Veleta con diseño de gallito de la pasión entre las casas y barrios viejos de la comuna de Ñuñoa.

Hemos comentado antes aquí sobre la fuerte relación folclórica y cultural chilena con las aves de corral, en un capítulo dedicado a la tradición de las peleas de gallos de la Colonia y que, con sus respectivas y necesarias controversias, han llegado vigentes incluso a nuestro tiempo. En el mes de las Fiestas Patrias aflora con bastante obviedad de lo que podíamos llamar un gallinismo septembrino, sin embargo: se confirma en ciertos pasos de la cueca inspirados en el rito de cortejo de estas aves (lo que no da para decir que se trata de sólo una danza zoomórfica, sin embargo) y en la proclamación de conceptos tales como "salir al ruedo", "ser agallado", "en la cancha se ven los gallos" y otras expresiones propias del ambiente de celebración y baile desplegado en el período.

Algo parecido a lo anterior se manifiesta con algunas canciones infantiles como "Los pollitos dicen" del profesor Ismael Parraguez (a la que también hemos dedicado ya un artículo), y otras que fueron parte de la pista musical para la alegría en los clubes y centros bailables del pasado como el foxtrot "Pobre pollo" de José Goles, originalmente llamado "El paso del pollo". Ni hablar del repertorio folclórico, en el que tenemos piezas como "El gallo kikirikí" del Dúo Rey-Silva con Mario Catalán Portilla, y desde donde el maestro Fernando González Marabolí transcribió también cuecas de la tradición urbana con letras como esta:

Y el gallo canta en ayuna
demostrando su poder
y el hombre llora en la casa
de miedo de su mujer.

Que es generoso el gallo
con las gallinas
después que hace la rue'a
se sube encima.

Para nuestro interés y observación, entonces, entre aquellas piezas musicales galliformes está una que llegó ha llegado a ser muy popular y que exalta particularmente a la figura del gallito de la pasión, ave de corral con tanta presencia en Chile y que, por lo mismo, se ganó esta canción propia: el "Corocoró". Conocida también como "El gallo pela'o" y "Gallito de la pasión", dice esta tonada alegre a veces interpretada como una especie de one-step con algo de sabor a campo y evidente lenguaje popular (con algunas variaciones y adaptaciones en cada versión):

Revolvía el gallinero
un gallo de la pasión,
que aunque muy chiquitito
era de gran corazón. (bis)

Cocorocó, cocorocó,
cocorocó...

Y este es el cuento
del gallo pela'o
que al saltar la tapia
se quedó enreda'o. (bis)

Lo persigue un gallo grande
y en su desesperación
se dio vueltas en el aire
no supo dónde cayó. (bis)

Cocorocó, cocorocó,
cocorocó...

Y este es el cuento
del gallo pela'o
que al saltar la tapia
se quedó enreda'o (bis)

Gallito de la pasión
no salgas a enamorar
que el día menos pensado
algo te puede pasar. (bis)

Cocorocó, cocorocó,
cocorocó...

Y este es el cuento
del gallo pela'o
que al saltar la tapia
se quedó enreda'o. (bis)

Él contestó muy ufano:
es cierto que soy chiquito,
pero puedo asegurar
que soy un gallo hombrecito. (bis)

Cocorocó, cocorocó,
cocorocó...

Y este es el cuento
del gallo pela'o
que saltar la tapia
se quedó enreda'o. (bis)

Sin embargo, una equivocada creencia estima con frecuencia que "Cocorocó" era original de Los Huasos Quincheros, ya que estos la hicieron infaltable en sus cancioneros durante décadas, grabándola en estudios más de una vez. Lo cierto es que, tal como los mismos integrantes del grupo suelen recordarlo en sus presentaciones en vivo (pero parece no todos tomaban nota), el tema pertenece a la creatividad del gran Nicanor Molinare Rencoret (1896-1957), uno de los cerebros más prodigiosos y prolíficos de la música popular chilena, además de haber sido un enorme aporte al ambiente del espectáculo artístico en la vieja bohemia y las candilejas. Fue el mismo autor de clásicos como "Chiu-chiu", "Cura de mi pueblo", "Mantelito blanco", "Galopa, galopa", "Oro purito", "El yerbatero", "Cantarito de greda", "El organillero" y un famoso tema con letra adaptable a las circunstancias noticiosas como era "La copucha", que resultara importante también en la carrera de artistas posteriores.

La inspiración para Molinare fue el encantador y tierno gallito de la pasión, una de las variedades de aves de corral más bellas y simpáticas dentro del mundo de campesinos y criadores avícolas. Además de su valor como icono religioso que le da el nombre (relacionado con la Pasión de Cristo), tiene  cierta fama de ser un animal fogoso y apasionado, talentos que parecen ser reconocidos por la letra de la canción y así su letra tributa al valor y la energía del gallito. Molinare la cantó y grabó acompañado por piano y guitarra en un sencillo de 1942, lanzando con sello RCA Victor, el que incluía en su lado B su tema "Viejo pregón", canción de fusión tango y tonada que fue llevada a estudios después por artistas como los cuequeros del Dúo Rey-Silva.

Parece que el autor grabó más de una versión, pero la principal sería una de estudio en donde participaron el grupo Los Estudiantes Rítmicos y el maestro Jascha Fridman y su Orquesta, también para RCA Victor. Tanto Los Estudiantes Rítmicos como el propio director Fridman fueron músicos estables del clásico café Lucerna, en calle Ahumada, en donde también tocaron Los Quincheros desde aquella década antes de refundar parte del grupo como Los Huasos Quincheros, de modo que el punto de contacto de estos últimos con la canción de Molinare quizá se haya dado o visto influido por esa línea.

El sencillo de presentación del tema de Molinare en 1942 aparece anunciado en el catálogo de discos Victor en julio de aquel año. "Cocorocó" debió sonar por primera vez, entonces, en radios asociadas a RCA Víctor: La Americana CB-130, Prat CB-97, El Mercurio CB-138, Cooperativa Vitalicia CB-76 y CB-78 y Unión Recreo CB-64 de Valparaíso. Como era esperable, comenzarían no mucho después los covers, estando entre los primeros grupos en grabarla algunos consagrados como Los Huasos Quincheros, tan asociados a la misma canción, pero también algunos injustamente olvidados, como fue el conjunto Huincahonal de los músicos Eugenio Moglia, Alejandro González y Osmán Lara. Estos músicos habían trabajado con la cantante Silvia Infantas, además, según se lee en el libro biográfico escrito sobre la artista por David Ponce.

Versiones de "Cocorocó" de Nicanor Molinare, Huincahonal, Los Huasos Quincheros y Claudio Luhr.

Ilustración que acompaña al poema "Los pollitos (dicen)" de Ismael Parraguez, en la edición de 1911 de su libro "Poemas infantiles", por la Imprenta Universitaria de Santiago, la que volvió a publicarlo en 1926. La relación cultural de Chile con las aves de corral parece comenzar en la infancia, según se aprecia.

El grupo Los Quincheros (del que salieron Los Huasos Quincheros) en las mesas del Lucerna, antes de una presentación. Imagen publicada por la revista "Ecran" de julio de 1944, cuando ya se estaba haciendo conocido el "Corocoró" que incorporaron a su cancionero.

Nicanor Molinare Rencoret (1896-1957), el autor de "Corocoró" o "Gallito de la pasión", en imagen de los Archivos de la Música Popular Chilena UC (Ampuc).

Ahora bien, el pollo homenajeado por Molinare y que se hizo merecedor de una canción, aporta con su propio mérito en este historia. Traídos probablemente por los españoles, los gallos y gallinas de la pasión son considerados raza por algunos y sólo una variedad por otros: además de los comportamientos ya descritos, presenta características muy propias como su coloración ocre o anarajanda y negra dominando las plumas, con matices tornasoles y a veces partes blancas en el diseño, con una cola abundante y de mucha elegancia. Empero, resalta especialmente por tener un tamaño mucho más pequeño que el de las aves de corral corrientes, mientras que los machos tienden también a un canto más agudo que otros gallos. Algunas subvariedades pueden ser blancas o amarillas, pero siempre con esa misma talla pequeña. De acuerdo a estudios publicados hacia inicios del actual siglo por el profesor José Antonio Alcalde de la Facultad de Agronomía e Ingeniería Forestal de la Pontificia Universidad Católica de Chile, mientras la famosa y característica gallina coyonca o mapuche conservaría linajes maternos que la conectan con territorios asiáticos de China o India, el gallito de la pasión ofrecería más homogeneidad genética, curiosamente.

En todos los casos, son característicos de tales gallos sus conductas aguerridas y sin titubeos cuando se trata de pelear o defenderse. Quizá sea su rasgo más identificable después del pequeño tamaño, de hecho. Esta ha sido la razón por la que a sujetos bajos pero buenos para provocar, insultar o irse a las manos se les llamaba también gallitos de la pasión en forma peyorativa. "Se dice de una persona de poca estatura y que trata de impresionarnos con sus ademanes y gestos", aclara José Raúl González Parra sobre el mismo mote en su "Manual de proverbios, frases, dichos y refranes de uso muy corriente en Chile". Lo mismo sucedía con los tipos poco agraciados pero que se creían a la altura de galanes o capaces de buenas conquistas amorosas, pues parece que, en general, ya le cae el apodo a cualquiera que pretenda atribuirse virtudes o licencias que no van con las capacidades físicas.

Los gallos y gallinas de la pasión han sido motivación creativa para los artistas desde hace tiempo, según parece: en 1907, por ejemplo, los dramaturgos José López Silva y Julio Pellicer escribieron y publicaron en Madrid su obra "El gallo de la pasión. Entremés en prosa, original", que había sido estrenada el 12 de abril de ese año en el Teatro de la Zarzuela. En Chile existió también una conocida comedia llamada "El gallito de la pasión" de Pepe Rojas y Pepe Fernández, que debutó en el verano de 1937 por la compañía cómica de Rojas en el Teatro Politeama, ubicado a espaldas del Portal Edwards. Esta obra fue de larga vigencia: todavía era llevada a las salas de los años noventa por la compañía Grupo Teatro Chañar del Cobre de Noel Montero Cuadra, en el Norte Chico.

Más allá de las artes y trovas, en Chile dichas aves fueron extraordinariamente populares pues tienen fama de dóciles, además de buenas para poner huevos y reproducirse. Aunque no llegan al diminuto tamaño de maravillas como los pollos Serama malayos ni son variaciones de una raza gallinácea como las  bantam (llamadas también  kikirikís, kikas y pililis), el castizo gallo de la pasión también ahorra espacio por sus proporciones y se acomoda con facilidad en los gallineros. Su fama de vehemencia pasional puede estar estar relacionada con lo mismo, pues resulta escurridizo y hábil para los escapes: por más que se lo intente mantener lejos de las gallinas, no resiste salir a cortejarlas y "pisarlas" a veces encontrando la forma de evadir cercos, enmallados o pircas gracias a su natural agilidad y astucia que, combinada con el pequeño tamaño, facilitan sus fugas.

La relación del gallo de la pasión con el imaginario popular trasciende también a aquello pintoresco y costumbrista, sin embargo. Una leyenda urbana con cierto fundamento real dice que es su silueta la representada en veletas y pararrayos en lo alto de las residencias antiguas. Esto se debe a que las iglesias antiguas lo solían poner en su veleta, aguja o remate más alto como, símbolo del gallo que tuvo un papel en la triple negación de Pedro durante el episodio la Pasión de Cristo, tradición surgida cuando el papa Nicolás I, El Magno, dictó un decreto en el siglo IX obligando a la instalación de este accesorio y con tal imagen en espirales, campanarios o chapiteles de los templos. La idea ya había sido tomada antes por León IV, quien en ese mismo siglo hizo colocar una veleta o remate con esta forma en la antigua Basílica de San Pedro en Roma, algo que se debe, a su vez, a que el pontífice anterior Gregorio I había establecido la figura del gallo como otro emblema cristiano, también haciendo referencia a los evangelios, especialmente a la profecía de Cristo en Lucas 22, 31-34:

"Simón, Simón, he aquí Satanás os reclamó para zarandearos como a trigo. Pero Yo rogué por ti que no desfallezca tu fe. Y tú, cuando hayas vuelto, fortalece a tus hermanos". Pero él le dijo: "Señor, no sólo estoy dispuesto a ir contigo a la cárcel, sino también a la muerte". Pero Él dijo: "Te digo, Pedro, que el gallo no cantará hoy, sin que tú hayas negado tres veces que me conoces".

Entre los mosaicos de la Galería Comercial Juan Esteban Montero de Santiago, en Huérfanos con San Antonio, diseños atribuidos a Nemesio Antúnez e inspirados en la artesanía de Quinchamalí. El de la imagen es un tipo de figuras con forma de ave que, según cierta creencia popular, correspondía al gallito de la pasión.

Gallito de la pasión tocando la guitarra, personaje corporativo del alguna vez célebre restaurante Canta Gallo de avenida Las Condes. Publicidad para el establecimiento en el diario "La Segunda", hacia la Navidad de 1977.

Curra, la mascota de la misma variedad gallinácea homenajeada por Molinare, en manos de su dueña  la folclorista Margot Loyola. Imagen publicada en "La Tercera" a inicios de septiembre de 1998.

Pimpollo, el gallito de la pasión mascota de la abogada María Cristina Soto, en imagen publicada por el diario "Las Últimas Noticias" en enero de 2021.

Antonio, el tranquilo gallo de la pasión habitante del Convento de San Francisco en Santiago, muy conocido entre quienes visitan este recinto. Imagen publicada en la cuenta IG de los propios franciscanos.

En forma genérica, entonces, el gallo de la pasión sería el mismo que habría cantado al momento en que el apóstol Pedro niega tres veces a su maestro. El gallo de la Pasión de Cristo, en otras palabras, haciendo cumplir así aquel anuncio que este revelara al primer pontífice de la Iglesia Católica y que en Mateo 26, 69-75 se describe de la siguiente manera:

Mientras sucedía todo esto, Pedro estaba sentado en el patio del palacio. De pronto, una sirvienta se le acercó y le dijo: "Tú siempre estabas con Jesús, el de Galilea". Y delante de todos, Pedro le contestó: "Eso no es cierto; ¡no sé de qué me hablas!". Pedro salió por la puerta del patio, pero otra sirvienta lo vio y dijo a los que estaban allí: "Este también estaba con Jesús, el que vino de Nazaret". Pedro lo negó de nuevo y dijo: "¡Les juro que no conozco a ese hombre!". Un poco más tarde, algunos de los que estaban por allí se acercaron a Pedro y le dijeron: "Estamos seguros de que tú eres uno de los seguidores de Jesús; hablas como los de Galilea". Pedro les contestó con más fuerza: "¡Ya les dije que no conozco a ese hombre! ¡Que Dios me castigue si no estoy diciendo la verdad!". En ese momento un gallo cantó, y Pedro se acordó de lo que Jesús le había dicho: "Antes de que el gallo cante, vas a decir tres veces que no me conoces". Entonces Pedro salió de aquel lugar y se echó a llorar con mucha tristeza.

Llamado también gallito del Viernes Santo, este animal-símbolo quedó cristalizado como concepto en la tradición como el ave que cantó al amanecer de la crucifixión y muerte de Cristo, al menos en el mundo hispánico. El pueblo fue ampliando las creencias al respecto y así se consideró, por ejemplo, que los pollitos que nacían en aquel día o bien en la víspera debían ser consideradas criaturas que atraían la buena suerte a sus dueños o cuidadores. Algo más se lee sobre su rol en los evangelios en los versos que le dedica el argentino Francisco Luis Bernárdez, en su poema originalmente llamado "El gallo". Es por esto, además, que existían incluso oraciones dedicadas al mismo gallito en la Semana Santa, especialmente entre el mundo campesino.

Seguramente, quedan por ahí algunas canciones y coplas tradicionales esperando ser transcritas y que se relacionan con el mismo símbolo de nobleza que se hace presente también en el nacimiento de Jesús (con la famosa "Misa del Gallo" o Ad Galli Cantus, que la tradición interpretó como el gallo anunciando la llegada de Cristo). Es algo que se ve en otra de las cuecas chilenas recuperadas por González Marabolí para los estudios de Samuel Claro Valdés:

Fue el gallo deidá' divina
de la vieja tradición
y la criatura más noble
que ha dado la creación.

A pesar de las picardías escondidas en la canción de Molinare, el "Cocorocó" dedicado al gallito de la pasión se ha vuelto un tema muy recurrido a nivel familiar y por colegios en las extensiones o clases de música. Profesionalmente, además, la canción ha sido tomada por infinidad de artistas, incluso por el colectivo infantil El Perro Chocolo ya más cerca de nuestro tiempo. Claudio Luhr grabó también una hermosa versión instrumental en fantasía de guitarras, hacia inicios de los años noventa. Ya se ha vuelto internacional, de hecho, llevando de vuelta el concepto romántico y encantador hasta España: con el nombre de "Gallito de la pasión" ha sido versionada ya por algunos tunos universitarios y presentada en certámenes de estos artistas, como hizo la Tuna Universitaria de Salamanca, mientras que en suelo americano han hecho lo mismo, entre otros, la Tunacorpista de la Escuela de Medicina Juan N. Corpas de Bogotá en Colombia y la Estudiantina de la Universidad de Guanajuato en México. Muchos otros grupos de este tipo la han grabado en la América Hispana, España y Portugal.

Aunque la sociedad santiaguina actual ha tendido a olvidar al gallito de la pasión y quizá ni siquiera sepa que la canción de marras habla de esta variedad de corral si acaso se conoce aún la creación de Molinare, en algunas zonas rurales y provincias del país tanto el ave como su himno siguen siendo considerados aquel símbolo folclórico, costumbrista y cristiano. En algunas localidades incluso se venden algunas artesanías con la imagen del gallito de la pasión, como pequeñas figuritas, telares bordados y pinturas, a veces siendo tomados como amuletos. En Quinchamalí se pueden encontrar unas típicas gallinas de cerámicas oscuras, en Pomaire como gallos-fuentes y gallos-teteritas de greda, mientras que en Rari son hechas como miniaturas en crines de colores. El restaurante santiaguino Canta Gallo, además, que por largo tiempo reinó en avenida Las Condes esquina con el Camino San Francisco de Asís, tenía por imagen de marca a un gallito de la pasión tocando la guitarra. Otro gallo similar es el emblema el restaurante El Gallito, un clásico de calle Ortúzar en Melipilla, con más de 70 años.

Finalmente, cabe señalar que algunas celebridades han tenido como mascotas a dichas aves, dada la docilidad con se comportan ante los humanos, contrastante con su gallardía e instinto peleador. Entre ellos estaba Curra, de la folclorista Margot Loyola hacia fines de los noventa (ver artículo "Margot Loyola: 'hubiese querido detener el tiempo'" de "La Tercera" del sábado 5 de septiembre de 1998) y después el caso de Pimpollo, de la distinguida abogada María Cristina Soto (ver artículo "Abogada explica por qué tiene un gallo como mascota" del "Las Últimas Noticias" del martes 19 de enero de 2021). Un popular y querido gallito de la pasión existe aún en en pleno centro de Santiago, además: llamado Antonio por el santo de Padua, deambula y canta a diario en los jardines del Convento de San Francisco en Alameda Bernardo O'Higgins con calle Nueva York, al costado de la antigua iglesia.

Como demostración del permanente y tradicional compromiso que profesan los sacerdotes del hábito de San Francisco de Asís con los animales, entonces, aquel gallo Antonio hace su apacible buena vida allí, en un oasis de fe y flora dentro de la metrópolis. Pasea tranquilo entre aquellos antiguos patios, la pileta con tortugas y peces, sus primos evolutivos los pavos reales y las arcadas históricas del monasterio-museo, cantando cada mañana su cocorococó que inspirara a Molinare hace tantos años ya. ♣

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